Los comunes y corrientes
Ya no sorprende que las distribuidoras realicen atentados a todo tipo de lenguaje comunicacional cada vez que eligen un título para las películas de otras nacionalidades que se encargan de estrenar en el país. Lo que sí sigue sorprendiendo son las formas que adoptan esos ataques lingüísticos. En este caso, no es tan grave que Los elegidos sea un título totalmente diferente al original Dark skies (que podría traducirse como “Cielos oscuros”), sino que contradice un diálogo de gran importancia de la trama, donde se afirma que la familia protagonista es acosada no porque guarde alguna característica especial, sino por mero azar. Llama la atención semejante torpeza: ¿habrán entendido al revés lo que se estaba diciendo? ¿Vieron la película? ¿Les importa?
El caso es que Dark skies (a partir de lo dicho anteriormente, no se puede utilizar su traducción al castellano) muestra la historia de una típica familia en los suburbios que no está atravesando su mejor momento económico, con ambos padres (Keri Russell y Josh Hamilton) en dificultades laborales. Para colmo, empiezan a suceder cosas cada vez más raras y atemorizantes en la casa: primero aparece un montón de comida desparramada por toda la cocina; luego toda una serie de cosas acomodadas con un patrón muy específico; después todas las fotos familiares desaparecen de los marcos, con el más pequeño de los niños hablando de un tal “Hombre de Arena”. Pronto todos los miembros de la familia (incluido el hijo mayor) sufrirán consecuencias físicas de lo que parece ser una presencia externa que va convirtiendo sus vidas en un infierno.
El director Scott Stewart abandona por un rato la parafernalia audiovisual y seudo religiosa de sus dos films previos, Legión de ángeles y Priest-el vengador, para abocarse a un relato bastante realista en su tono, con climas que desarrollan inquietud en el espectador con tiempo y paciencia, potenciando el fuera de campo y eludiendo la mostración gratuita, y preocupándose por explorar las ambigüedades de los personajes, que son gente común y corriente que se ve inmersa en una situación que los supera. Es cierto que hay en el film una voluntad de vincularse con su tiempo socioeconómico, trazando un retrato de la clase suburbana estadounidense tratando de sostener un estatus de vida que no deja de ser vacío y previsible, y que esos apuntes sociales le terminan restando espacio e impacto al nudo central de la trama. Sin embargo, esas ambiciones no terminan acaparando demasiado metraje y en los minutos finales, a partir de la excelente aparición de J.K. Simmons como un experto en fenómenos de otro mundo que está construido a su medida, Dark skies repunta bastante, apostando a dos puntas entre el drama familiar y el suspenso sin efectismos, para llegar a un final tan lógico como un poquito apartado de la norma hollywoodense.
Consciente de sus posibilidades y quedándose con una anécdota que por pequeña no deja de ser perturbadora, Dark skies es un film que va directamente en contra de lo que indica su traducción en castellano: no pretende convertirse en un gran referente, porque con lo que tiene le alcanza.