Hasta ahora, las películas del realizador y dramaturgo Martin McDonagh han demostrado ser siempre interesantes. Es decir, no solo como objeto total del cine, sino secuencia a secuencia. El espectador no puede saber si lo que sigue a un momento será cómico o dramático, aunque en general -lo demuestran Escondidos en Brujas y Tres anuncios por un crimenel guión logra llevarnos a una distancia donde podemos sonreír incluso en la tragedia. Eso implica, de paso, tener actores que comprendan esos tonos en el filo de los géneros. Aquí narra cómo dos amigos dejan de serlo por la decisión de uno de ellos. También narra la vida en un pueblo perdido de una isla irlandesa, en la frontera entre la civilización y la barbarie, en realidad un mundo arcaico de brutalidades cotidianas que ha quedado al margen del mundo (el comentario final sobre la guerra civil en Irlanda es revelador al respecto). Pero esos dos tipos, el estólido Colm y el simplérrimo Pádraic (extraordinario Colin Farrell, de paso) son dos personajes de la vieja comedia muda, o de la Commedia dell'arte. Dos polinchinelas arrastrados por decisiones tan irrevocables como el paisaje detenido en el tiempo. En ese punto, este cuento nos lleva a lugares profundos a fuerza de sonrisas y de violencias normalizadas. Nada que ver con el cine que vemos cada semana, pero cine al fin.