Exponente estandarizado del cine de terror sin nada demasiado novedoso por ofrecer.
Hace diez años se estrenó una película de terror que adelantó el reverdecer del género que explotaría durante esta década. Protagonizada por Scott Speedman y Liv Tyler, Los extraños narraba el ataque de un grupo de enmascarados a una joven pareja mientras estaba en su casa. Atacaban al voleo, sin motivos aparentes, algo que la película convertía en uno de los pilares de la angustia del espectador.
Con su responsable, Bryan Bertino, fungiendo como guionista y Johannes Roberts (A 47 metros, estrenada aquí un par de meses atrás) reemplazándolo en la dirección, la secuela Los extraños: Cacería nocturna presenta un núcleo argumental similar: una familia visita un campamento para intentar recomponer el vínculo pero, de buenas a primeras, son víctimas de tres personas con los rostros cubiertos. Lo que es distinto es el resultado.
Lo que en Los extraños era fuera de campo, sugestión y trabajo de cámara (el tal Bertino se tomaba todo el tiempo del mundo para rematar las escenas) ahora es exhibicionismo, urgencia y golpes de efecto, en línea con un modelo de cine asentado en la producción serializada. Incapaz de generar tensión y mucho menos un relato atrapante, apenas quedan en la memoria algunos sustos módicamente bien logrados y la presencia de Christina Hendricks, al menos para recordar unos minutos a la serie Mad Men.