Tensión arrítmica y placeres culpables.
Nos encontramos ante la secuela de Los extraños (2008), aquella película de Bryan Bertino, protagonizada por Liv Tayler, que bien nos supo poner los pelos de punta, generando un ambiente agobiante, consecuencia de la persecución de enmascarados locos y salvajes. Repitiendo la fórmula, está versión en vez de tener a una parejita de enamorados de protagonistas, se ocupa de una familia.
La scream quenn adolescente y rebelde, peleada con el mundo; un hermano deportista, y los padres de los jóvenes: una pareja canchera que no sabe cómo dominar a la petit sauvage de la familia. Como solución se les ocurrirá enviar a la adolescente a un internado, por su puesto en contra de su voluntad. Una vez presentados los personajes y el componente dramático, inmediatamente nos trasladaremos a una especie de pesadilla, que como todo mecanismo onírico tendrá asociaciones delirantes y reinarán los sin sentidos.
Todo comenzará cuando la familia vaya a las afueras de la ciudad, a una especie de acampado de tráilers, a buscar algo de “paz”. Es como si el director antes de irse a dormir hubiera vistos varios slashers ochenteros y noventeros, mientras su novia escucha Total Eclipse of the Heart, de Bonnie Tyler y Making Love Out of Nothing At All, de Air Supply. El resultado: un patchwork donde las cosas suceden de manera impulsiva, sin generar demasiada tensión.
Es cierto que cuesta la identificación con los personajes, si a eso le sumamos los asesinatos que se suceden abruptos, sin ningún tipo de conciencia emotiva o motivacional, sobre todo por parte de los killers enmascarados. Esto le quita ritmo, hasta por momentos parece una parodia del género. Por otro lado, es atractiva la estructura narrativa circular en que está sumergida la historia. Cómo si una especie de fuerza magnética hiciera que los protagonistas circulen en ese espacio homogéneo, sin poder salir de allí.
Otro notable es la escena de la piscina, donde las luces fluorescentes y la música de los noventa, apacigua la lucha mortal cuerpo a cuerpo, con elementos punzantes, que se sucede bajo las aguas cristalinas. Tomas y movimientos de cámara que bien evocan a los maestros del horror que inauguraron el slasher. En Los extraños: Cacería de noche, la fórmula se repite sin demasiada reelaboración, y el guion es bastante endeble, pero tiene algo ambiguo y kitsch, que nos hace disfrutar de ese grado de imperfección subrayada y autoconsciente.