Cuando a una persona escucha la palabra «director de cine», piensa inmediatamente en Steven Spielberg. Desde Duel hasta West Side Story, el cineasta americano ha llevado nuestras emociones a lugares nunca pensados. Sin embargo, no es momento de pensar en su cine ni en las hazañas de su carrera. Detrás de un genio siempre hay conflicto. En The Fabelmans, Spielberg muestra su faceta más personal, un film semiautobiográfico que retrata sus primeros años de vida. Desde la primera vez que entró en una sala de cine, hasta cuando entendió dónde poner el horizonte.
Un 10 de enero de 1953, en un gran cine de New Jersey, el joven y miedoso Sammy Fabelman estaba por entrar a un cine por primera vez en su vida. Su padre, el amable e inteligente Burt Fabelman (Paul Dano), quiere llevarle tranquilidad a su hijo explicándole los tecnicismos detrás de la proyección de una película, mientras que su madre, Mitzi (Michelle Williams) convence al pequeño diciéndole que las películas son sueños, que nunca olvidará. Ya en la sala, al frente de la gran pantalla, presencia el gran montaje del choque entre el tren y el auto de The Greatest Show on Earth de Cecil B. DeMille. En ese momento, algo cambió para siempre en Sammy. Su cerebro se partía, como si se tratara de un robot, y cambiaba de configuración. Ya no podría ver las cosas de igual manera, porque siempre tendrá una visión cinematográfica. Allí, nace el genio.
En los posteriores años seguiremos el crecimiento de Sam y los movimientos de los Fabelmans. Burt, trabaja con computadoras y su carrera va en ascenso. Por eso se tienen que mudar varias veces. Mientras que su madre es una artista, una pianista. Un alma inentendida que decidió callar a sus deseos por una familia. The Fabelmans se centra precisamente en la relación de los padres de Sam. Ambos se aman, pero son personas opuestas que quieren cosas distintas. Los científicos vs los artistas. Esto afectará a Sam, especialmente luego de descubrir que su madre mantiene una relación secreta con Bennie (Seth Roger) el mejor amigo de su esposo. Con el tiempo Sam logrará entender ambas partes y a su ser.
Escucharán y leerán mucho que está última película de Spielberg es una carta de amor al cine, y en cierta medida lo es sí. Pero ¿no son todas las películas de Spielberg precisamente eso? Siempre he considerado al directo como un genio que puede arreglar todo. No importa la historia. Guerras mundiales, conspiraciones, aventura, históricas, comedias, incluso musicales. Si es solo una roca, él verá cómo hacerlo emocionante. Sin embargo, si algo le faltaba a este maestro era precisamente mostrar su ser más personal en pantalla. The Fabelmans eso precisamente eso. Para ello muestra un proceso de muchas heridas y conflictos con su padre y madre. Es el proceso de entender que la vida no es como el cine, pero que puedes entender la vida con el cine.
Steven Spielberg escribió y dirigió a The Fabelmans como una película, que a su vez es consciente de que es precisamente una película. Para ello se afinca en su estructura. Su primer acto es la etapa de preproducción. Inicia con el pequeño Sammy yendo al cine por primera vez, entendiendo como se construye una historia, como se corta y pegan los rollos fílmicos, como poner el color, donde poner la cámara, entre otras cosas que representan a la teoría. El primer acto y la etapa de la preproducción terminan cuando la familia se muda a Arizona. Es encontrar la historia, escribir el guion, conseguir los actores e incluso la locación.
La segunda etapa, ósea la producción, inicia con un Sam ya grande (Gabriel LaBelle) en pleno set de grabación. Estamos en el medio de un rodaje. Allí se piensa la película desde el lente. Graba lo que puede. Improvisa. Se decepciona. Se alegra. Encuentra cosas mágicas, como la aparición del Tío Boris (Judd Hirsch, que se roba la película), o a su primera novia. Pero también encuentra cosas muy malas que pondrán en peligro todo, como la mudanza a California y el secreto de su madre. Sin embargo, al final sale a flote.
Llegamos a la postproducción. La edición. Entender la película, darle propósito. Esto se sitúa en el baile de la escuela. Cuando proyecta su pequeño film de la ida a la playa. Ahí, junto al bravucón, empieza a entender el material. El poder del montaje. Allí hace los recortes que debe hacer, une la escena que debe unir y limpia su ser. Menos es mal. Aprendió que precisamente las películas no son la vida real, pero que a veces, de igual forma al final te quedas con la chica.
Para el final, estamos en el estreno, la proyección del film. La audiencia, en este caso es solo una. El director más grande de todos los tiempos. Sam entra en la oficina de John Ford, interpretado por David Lynch. Sam no sabe que decir, Ford lo destroza. Le dice que no entiende nada de nada todavía. Pero le deja el mejor consejo posible, fijarse en el horizonte. Sam sale de la oficina. Se retira caminando. La cámara encuadra al horizonte. Sam Fabelman acaba de hacer su primera película. Ahora es que viene lo bueno.
The Fabelmans es fácilmente una de las mejores películas del año. Se hablará mucho de ella lo siguiente meses y en la carrera por los Oscars con Michelle Williams, Paul Dano y Judd Hirsch en algunas nominaciones. Steven Spielberg seguirá grabando y produciendo por varios años. Sin embargo, en este film hay una especie de cierre hacia una vida que ya no conocemos. Parecido a lo sucedido en su versión West Side Story y siguiendo el patrón de Once Upon a Time in Hollywood y Licorice Pizza. Historias que ya no se cuentan, momentos que ya no se saborean tanto como antes. Salas que no se llenan. Choques de trenes que ya no sorprenden tanto. Salir de la sala y querer comerse al mundo entero. Una gran película que, como diría el gran Paul Schrader, comienza cuando termina.