Cine, amor y fortaleza.
La última película de Steven Spielberg, es la más íntima de toda su filmografía. Estrechamente ligada a su infancia/adolescencia, a su vida personal. Ambientada a fines de los 50´, la historia sigue los pasos de Sammy Fabelman, hijo de una familia tipo judía que a muy corta edad descubre su pasión por el cine. Es innata su capacidad para construir historias, para sostener la cámara en la mano. Y apoyado por una madre pianista, algo excéntrica (una notable Michelle Williams), y un padre genio en informática (Paul Dano), su sueño comienza a tomar forma.
No solo su sueño, sino también su personalidad, porque vivimos diferentes etapas de la vida de Sammy, hasta sus dieciocho años. Atravesado no solo por la imaginación y todo tipo de planos mentales, sino también por una historia familiar difícil y por momentos muy dolorosa. La resiliencia, el esfuerzo y la aceptación lo ayudarán a sobrevivir, a ser quien es y quiere ser.
Los Fabelman, es una declaración de amor al cine, en modo de homenaje y también desde lo formal. Dinámica, muy emotiva y con actuaciones superlativas. Una película que afronta lo disfuncional de la manera mas sana posible y transforma el sufrimiento en superación. Empática, humana y con defectos, es una historia para sentarse en la sala y disfrutar. Párrafo aparte, la aparición de David Lynch como John Ford, lo cual habla de la grandeza de Spielberg para rendir tributo a dos grandes. Solo esa escena justifica cada centavo de la entrada al cine.