Bajo el hechizo de Zemeckis
En el Olimpo de los realizadores que trascienden la automatización de la industria, Robert Zemeckis ocupa un lugar indiscutible. El director rinde homenaje al escritor Charles Dickens, al libro como soporte para la imaginación, y saluda la vanguardia tecnológica aplicando la herramienta de captura de interpretación. Robert Zemeckis que lanzó a su platea al futuro para delirio de los espectadores de cualquier edad propone en Los fantasmas de Scrooge una versión de Cuento de Navidad de Dickens.
En el relato asume la transformación de conciencia del avaro Ebenezer Scrooge con el soporte de un actor que supera sus propias marcas: Jim Carrey. El comediante ofrece su rostro más amargo, al tiempo que se expande en la interpretación de ocho personajes. Es Scrooge niño, joven y viejo, también fantasmas varios, en creaciones notables por la variedad de recursos expresivos que el maquillaje y la máquina de la animación no pueden opacar.
En el umbral. Los fantasmas de Scrooge puede verse también en 3D. La vela en primer plano, la mano como una garra, los objetos que se desprenden del fondo suman realidades y percepciones. Los planos posibles del 3D son ideales para el relato fantástico, por momentos, de terror, en el que Scrooge va enfrentando las acciones del pasado y el presente. El viejo odia la Navidad, síntoma de un odio mayor que envuelve a la Humanidad, a quien asfixia y repele con su avaricia y la ausencia de piedad, en cualquiera d e sus formas (una limosna, una palabra, pan, afecto, comprensión).
Pasado, Presente y Futuro son tres personajes, tres fantasmas que guían a Scrooge en el descenso a los infiernos que él mismo ha sabido construirse. “Me espanté a mí mismo”, dice el viejo la helada noche de Navidad frente a la olla de potaje, cuando ve algo que se corporiza en la oscuridad.
‘Las sombras de las cosas que existieron’ aparecen cuando cada fantasma lo lleva volando hacia esas dimensiones que conviven en los ojos del personaje. Los vuelos vertiginosos lo devuelven a la escuela donde Ebenezer sufrió una infancia de soledad y abandono; luego, al lugar donde fue aprendiz y conoció el amor, hasta el presente siniestro donde maltrata a su empleado (estupendo Gary Oldman), que sufre privaciones y la pena de ver a su hijo enfermo, y la negación frente a su único sobrino (Colin Firth transmite dulzura a su personaje animado).
Zemeckis es un mago pero también, el humanista que asume la idea de Dickens sobre la condición humana que puede vencer sus propias limitaciones.
Recorre la película una fuerte pregunta sobre la responsabilidad individual frente al dolor ajeno y colectivo. Las cadenas del primer fantasma, la culpa y el concepto de redención permiten no obstante, la risotada de la Navidad Presente, un Carrey gordinflón que sorprende bajo su ropaje de Árbol iluminado.
Para reconocer una obra de arte contemporánea. Una virtud: Zemeckis + Carrey.
Un pecado: no verla.