Disney volvió al ruedo con un cuento clásico, pero con imagen renovada. Para esta producción pensada íntegramente en 3D eligió un referente de la literatura inglesa dedicada a niños y adolescentes. Sin embargo “Los fantasmas de Scrooge”, adaptación casi fiel del relato de “Un cuento de Navidad” escrito por Charles Dickens en 1843, no agota su potencial en ese segmento de espectadores.
Detrás del impecable soporte técnico llamado “captura de imagen”, que permite tomar como modelo el trabajo de actores reales y traducirlo en imágenes digitales, hay un texto al que no lo afecta el paso del tiempo, y que además está encolumnado en la tradición narrativa inglesa con fantasmas, desde “Hamlet” hasta los de Oscar Wilde. El filme cuenta también con un elenco de muy buenos actores (Jim Carrey, Gary Oldman, Bob Hoskins, Colin Firth) que dan vida a los personajes cuyos padecimientos hoy son similares a los de la Inglaterra victoriana.
El eje del relato es el anciano Ebenezer Scrooge, un prestamista avaro, solitario y amargado. Después de un tiempo de muerto su socio, sigue conduciendo su negocio y maltratando a su empleado, un hombre con una familia numerosa, un hijo enfermo y un sueldo miserable. Pero sobre todo el viejo no tolera la Navidad, los villancicos, ni las reuniones familiares. Sólo después de la visita de los fantasmas de las navidades pasada, presente y futura se sabrán las razones de su resentimiento.
Las revelaciones para Scrooge comenzarán la Nochebuena, con la visita del fantasma de su socio para advertirle cuál será su destino si persiste en su actitud. La escena, una de las que podrían asustar a los más chicos, da inicio a una serie de viajes a través del tiempo con los cuales el hombre comprenderá por qué se transformó en lo que es. “Cuídate de la ignorancia y la necesidad”, le dice uno de los espíritus, palabras que le darán una clave sobre algunas decisiones desgraciadas.
El director Robert Zemeckis, quien ya había experimentado con la tecnología usada en este filme en “Beowulf” y “El expreso polar”, se mantiene fiel al relato original con excepción de las posibilidades que aporta ese recurso. Y aprovecha los destellos de humor del trabajo de Carrey en medio de un relato oscuro y conmovedor en su mayor parte pero luminoso en sus intenciones.