CHICO CONOCE CHICO
¿Cómo volver a contar una historia de amor y que parezca algo novedoso? ¿Cómo contar una historia de amor gay sin caer en los lugares comunes que tiene el cine para mostrar la discriminación y la violencia homofóbica? Estas preguntas no resultan explícitas en Los fuertes porque no se trata de una película que haga evidente su proceso ni su artificio. Sin embargo, parecen haber sido planteadas inconscientemente por el director Omar Zúñiga Hidalgo, quien adapta su corto San Cristóbal para contar la relación que nace entre un hombre que va a visitar a su hermana en un pueblo portuario del sur de Chile y el contramaestre de un barco de pesca.
Los fuertes presenta algunos conceptos que construyen significado con el fin de jugar con las expectativas del espectador. Por un lado tenemos ese mundo de pescadores y hombres simples y rudos que cumplen un trabajo ancestral; por el otro un pueblo rodeado de edificaciones de tiempos coloniales donde se recrea una batalla histórica como atracción turística. Ambos espacios permiten vislumbrar una relación fuerte del entorno con las tradiciones y es donde uno supone que el director pondrá el peso del relato: en cómo esos hombres deberán ocultar su amor y su deseo, en cómo ese entorno conservador impondrá el peso de su ley. Sin embarco Lucas y Antonio (Samuel González y Antonio Altamirano, ambos excelentes) se irán descubriendo, se buscarán, se seducirán y vivirán su amor. No diremos que ese amor se vive con libertad absoluta, porque hay pequeños gestos y situaciones que dejan entrever la violencia a la que los personajes son sometidos, pero en verdad Lucas y Antonio expresan lo suyo con un sentido mucho menos trágico del que uno esperaría en términos narrativos. Y esa falta de conflicto no suena inverosímil porque el film se construyó sólidamente sobre el crecimiento de esa relación. Claro, uno descubre progresivamente que Los fuertes es una película totalmente diferente a la que la suma de sus partes parecía apuntar.
En concreto la película de Omar Zúñiga Hidalgo es antes que un drama sobre la identidad, una historia de amor y una reflexión sobre el amor como algo difícil de acondicionar con la adultez. De manera inteligente, Los fuertes se va posicionando en otro lugar a medida que avanzan sus minutos. Y surgen otros conflictos que no son aquellos que pensábamos, pero que tampoco son menores: ¿qué lugar ocupan los deseos individuales una vez que se construye una pareja? ¿Se debe someter una decisión personal al deseo del otro? Lucas y Antonio tratarán de desentrañar el misterio; uno con su ánimo nómade y el otro aquerenciado al lugar. Posiblemente muchos se pregunten si la singularidad de tener protagonistas homosexuales alcanza para convertir a Los fuertes en un drama romántico por encima de sus propias limitaciones genéricas. Y si la ausencia de conflictos más espesos en relación a la identidad sexual de sus protagonistas no la vuelven un poco leve. Son dudas razonables en un sentido de relato tradicional, pero Los fuertes va más allá y termina resolviendo la ecuación en un sentido inverso: ¿cómo hacer más universal un historia de amor gay si no es mostrándola a partir del placer de dos cuerpos que se encuentran sin culpas? Omar Zúñiga Hidalgo logra una película simple y pequeña, pero de una gran inteligencia.