El mercado de los premios
La gran diferencia entre Los Ganadores (2016) y los anteriores documentales de Frenkel es que acá no hay cariño. Si algo relaciona a Buscando a Reynols (2004), a Amateur (2011) y a El Gran Simulador (2013), es la admiración que parece sentir Frenkel por sus protagonistas. Una admiración y una fascinación que nos la transmite desde los planos y desde la narración. En Los Ganadores, por el contrario, con la elección de algunos planos nos transmite su antipatía; pensemos en el plano eterno que se roba la sonrisa impostada de “el mejor periodista de Latinoamérica” que más tarde se enoja con el director y corta una entrevista; o en el plano de una señora taconeando en el barro en la entrada de unos premios que se entregan en un tenedor libre. Porque Los Ganadores es sobre las premiaciones de los márgenes; pero no esos márgenes románticos de un underground idealizado (como podría pasar con Buscando a Reynols), sino sobre aquellos que bordean una industria mediática que los ignora pero a la cual admiran. Claro que también se podría hacer un documental sobre lo decadente y bizarro de las premiaciones más populares, pero Frenkel es un curioso, y nos adentra en un submundo que lo sorprende y que, creemos, nadie había retratado. Comunidad de premiadores y premiados que conoció gracias al protagonista de Amateur, Jorge Mario, aquel personaje pura pasión y todo terreno, director -entre mil cosas más- del western criollo en Súper 8 Winchester Martín.
Por un lado, el director logra captar muy bien lo decadente de la cotidianidad (y seguramente podría hacerlo a partir de casi cualquier realidad), y, por otro, demuestra un ojo experto en retratar al aparato; el aparato como aquel que tiene un comportamiento con un registro diferente. Y asimismo sabe manejar bien sus habilidades sociales, su apariencia y demás características que lo emparentan mejor con el statu quo y con la aparente normalidad de la sociedad. En su crudo retrato de lo que está corrido del registro regular, se podría percibir una burla; y, tal vez, sea la primera película de Frenkel en que la haya, sobre todo por la falta de cariño que se percibe y de la que hablábamos al comienzo del texto. De todos modos, esa falta de cariño no parece aplicar al objeto del documental ni a todos sus protagonistas (de hecho, uno de los ganadores es Jorge Mario) sino, sobre todo, al personaje principal, un mercachifle de los premios que organiza una premiación en la que el que paga, gana. Estamos seguramente ante la película más antipática de Frenkel, algo no necesariamente negativo, así como ante una muy buena comedia narrada desde esas decisiones formales un poco desprolijas y despojadas de solemnidad que suele emplear. Elecciones estéticas que dejan al descubierto ciertas costuras y que son fundamentales para transmitir la sensación de verdad del submundo de turno.