Preocupante: el cine de arte copó las películas de zombies. O al menos esto es lo que se desprende de esta pequeña producción canadiense en la que su director, Robin Aubert, parece estar descubriendo cosas que todo fan de la primera "Night of the Living Dead" de George A. Romero de 1968 ya conoce.
Por ejemplo, sin que se sepa la razón científica, muchos habitantes de un pueblo cercano a Quebec se han convertido en zombies famélicos a los que sólo se puede matar disparándoles o decapitándolos. El hermetismo, que era una parte esencial del film de Romero (y de sus posteriores secuelas), aquí es utilizado como una gran novedad, pero la lentitud de las viejas películas de muertos vivos surgía más que nada de la falta de presupuesto, aunque aquí el ritmo está afectado a propósito, como si se tratara de una de zombies a lo Antonioni.
El director reúne, con paso parsimonioso, a varios sobrevivientes de la plaga zombie y recién a la hora de proyección junta su elenco coral y empieza a manejar más adecuadamente el ritmo. Los aficionados al género quizá se lleguen a exasperar un poco al principio, pero la película no está del todo mal, e inclusive tiene algunos detalles gore originales.