Los hipócritas: Cuidado a quién chantajeas.
La ópera prima de los cordobeses Santiago Sgarlatta y Carlos Trioni, presentada en el Festival de Cine de Cosquín de este año, es un descarnado retrato sobre la hipocresía en las luchas de clases y el abuso de poder.
El casamiento de dos jóvenes de clase alta es el marco formal de la narración en la que la hipocresía se lleva el papel protagónico, aunque también participan la desolación, la mentira y el abuso de poder, en una intensa mezcla de thriller y comedia negra de calidad.
La historia es la de Nicolás (Santiago Zapata), un camarógrafo que trabaja en bodas y que tiene un proyecto cinematográfico frustrado, pero que aquí encontrará una oportunidad. En el casamiento de Martina (Camila Murias), la hija de un ministro, Nicolás graba una escena comprometedora entre la novia y Esteban (Ramiro Mendez Roy), su hermano. Allí se dará cuenta de que puede utilizar esto para chantajear a los involucrados y así poder escapar de su tedioso trabajo. Aunque esta idea no sea tan fácil de llevar a cabo como parece.
Además, aparece otra historia: que lo tiene a Esteban como jefe de campaña de su padre, y la espera en la fiesta de un tal Novillo. Detrás de esta boda hay intereses políticos, luchas de poder para llegar a dominar, muchos secretos y marihuana como generadora de unión entre clases. Es destacable la construcción de los personajes, en la que se pueden ver las características que definen a cada uno con sólo observar sus actitudes, gestos y diálogos.
Increíble parece que el casamiento sea sólo la excusa formal para delatar complejas personalidades de los protagonistas y un secreto que el espectador conoce desde el principio y que se irá revelando a los demás personajes, con sorpresivos resultados.
“Los hipócritas” se disfruta de comienzo a fin. La impronta autoral es un acierto desde lo visual con una cámara entre travellings continuos, para terminar mostrando el desenlace a partir de una fija que tensiona el cierre de la historia. El argumento en sí sorprende con sus giros. El guion es un acierto, tratando el trillado tópico de las mentiras como disparador, para crear una llamativa historia.
Meritoria es la calidad con la que se narra la historia ingeniosa, poniendo al frente una obscenidad de recursos que en realidad no existen, siendo suplantados con suma creatividad, como las escenas de baile desenfrenado para mostrar los excesos. Por esto y más, la película es un thriller muy llamativo para el espectador, con un diligente desarrollo narrativo que se deja llevar por la hipocresía entre los miembros de la clase social más beneficiada y, mismo, entre las diferentes clases. Es una historia sencilla que toca varios temas álgidos y vale la pena disfrutar.