"LOS HIPÓCRITAS” de Santiago Sgarlatta y Carlos Trioni, ganadora del premio Raymundo Gleyzer organizado por la ENERC y el INCAA, fue la excelente propuesta que eligió este año el 9º FICIC en Cosquín, para dar cierre a su festival. Es una excelente noticia que el cine proveniente de las provincias, pueda incorporarse de una manera más federal a la cartelera porteña y de esta forma el público pueda acceder a “LOS HIPÓCRITAS”, otro de los grandes exponentes del cine cordobés actual.
En este caso, y si bien muchas de las realizaciones de este grupo de cineastas cordobeses suele tomar una mirada más observacional y experimental, la ópera prima de Sgarlatta y Trioni, pisa fuerte en el terreno del cuento más convencional, con una historia brillantemente desarrollada y una minuciosa y detallada construcción de personajes.
El guion, que es justamente de los propios directores, delinea a sus criaturas a través de pequeños detalles, desde una aguda y crítica observación, más que desde lo discursivo o las explicaciones sobreabundantes que aparecen generalmente en estos relatos. Los realizadores han tenido la inteligencia de escapar a esos lugares comunes y a la sobreabundancia de datos para generar un tono narrativo fluido y espontáneo, con una historia que atrapa desde las primeras imágenes.
Una fiesta de casamiento (o más precisamente un casamiento cuasi “arreglado”, podría precisarse) une a dos familias política y económicamente poderosas, y será la excusa perfecta para que los autores desplieguen una mirada ácida y plagada de humor corrosivo sobre una clase social que esconde mucho más de lo que ostenta, que indudablemente encuentra ese goce extra en moverse inescrupulosamente y sin ningún tipo de prejuicios.
Es justamente esa impunidad de clases la que subleva a Nicolás (excelente protagónico de Santiago Zapata), el camarógrafo de la fiesta, quien intentará que, de una vez por todas, los ricos y poderosos “paguen” en algún momento, y justamente se le presentará la oportunidad de hacer que, de una vez por todas, dentro de la aristocracia, de esa falsa burguesía provinciana, finalmente alguien tenga su merecido castigo.
Todo se precipita cuando se da cuenta que su cámara ha tomado accidentalmente (?) una escena familiar que esconde un secreto que expone, peligrosamente, a los personajes principales y que podría dar lugar a desbaratar toda esa prolija fachada que la familia pretende mostrar en su construcción exterior.
Sgarlatta y Trioni disparan dardos sobre una clase que se maneja con absoluto desparpajo, con aires de grandeza que no pueden sostener desde su corrupción moral y personal y de esta forma, logran darle a la narración con ritmo de thriller, que va generando un in crescendo que los directores manejan a la perfección sin perder el agridulce sentido del humor que atraviesa la totalidad del filme.
Otro punto muy interesante es el entramado que presentan los personajes secundarios que le permiten a “LOS HIPÓCRITAS” abordar periféricamente, otros temas relacionados con el eje central de la historia: los valores morales, la hipocresía, la ostentación pero por sobre todo la implacable soledad que los atraviesa a todos ellos. Lo valioso, entre tantas otras cosas, de esta Opera Prima filmada a “cuatro manos” es que desde el guion se permiten abordar esta multiplicidad de temas sin perder en ningún momento un preciso hilo conductor en la narración y la asertividad en la construcción coral que acompaña a la trama central.
Así, bajo una aparente sencillez en la trama, los directores logran sobreponerse exitosamente a una puesta en escena compleja -tanto desde lo formal con travellings, encuadres y paneos, como con la edición de sonido o sus aspectos visuales con precisas elecciones cromáticas y de iluminación- que resuelven acertadamente aun enfrentando temas presupuestarios.
En el elenco, brillan tanto actores consagrados como Ricardo Bertone o Eva Bianco (siempre excelente sumando un trabajo más a sus recientes interpretaciones en “Otra Madre” o “Margen de Error”) junto a Santiago Zapata, Ramiro Méndez Roy y Camila Murias en los protagónicos. Tanto Zapata como Méndez Roy construyen con gestos y miradas un atrapante juego de gato y ratón, casi exento de palabras, representado con una acertada coreografía donde se instala una tensión –que incluso en el inicio del filme genera cierta ambigüedad que favorece enormemente al relato- y que ambos actores logran sostener con impecables interpretaciones.
En suma, no podría haber mejor representante para que el cine del interior desembarque en nuestra cartelera que “LOS HIPÓCRITAS” que no tiene ningún miedo de dejar al descubierto las partes más vulnerables de cada uno de los personajes, y porque no, de nosotros como espectadores donde a través de la figura de Nicolás, nos plantea abiertamente ese precio que todos parecemos tener, ese punto de quiebre donde comenzamos a perder nuestros ideales, ese momento de soledad donde uno decide donde pararse, sostener su ética y pagar el precio.