Dejando de lado tópicos y formas de la tradición del nuevo cine cordobés, o cine cordobés a secas, la película explora de manera honesta y sin estridencias los intersticios de la clase acomodada. A partir de un disparador narrativo, que impulsa a los actores a jugar casi en tiempo real un juego maquiavélico, de extorsión, conocimiento y mentiras, excepto por la insistencia casi infantil de subrayar con travellings algunas escenas, en su totalidad la propuesta arriesga y gana.