Infierno escandinavo
Es conocida la fórmula del thriller, y conocidas las bases sobre las cuales debe cimentarse el género para que una película atraiga al espectador, para que lo deje sin respiro intentando saber que diablos sucede. Si esa fórmula hace que su trama se torne derivativa o arroje demasiada información, o simplemente resulte confusa, la película se torna fallida o, en todo caso, en un ejercicio irregular que, sin abandonar algunas virtudes resulta poco clara o –lo peor que puede pasar en un thriller- es aburrida. Los hombres que no amaban a las mujeres de Niels Arden Oplev, basada en la conocida saga Milenio del fallecido Stieg Larsson, parece abrumada por el deseo de decir cosas, de dejar símbolos y abrir espacios para la reflexión pero falla en la superficie ya que, como thriller parece desarrollarse bajo una estructura tan primaria como la de películas como El código Da Vinci pero con un subtexto mucho más sofisticado y elaborado. Por supuesto, la comparación con la aberración de Ron Howard se remite únicamente a la estructura: el film de Oplev es convencional (por momentos demasiado) desde lo estético pero contiene una historia que el director sabe como contarla secuencia tras secuencia sin abrir baches groseros. Que los hay, los hay, pero esto es prácticamente como comparar el material original en el que se basan ambas películas. Nada tiene que hacer el bodrio de Dan Brown con el interesante texto que abre la trilogía Milenio.
La introducción nos remite a dos arcos narrativos: el primero es la vida del periodista Mikael Blomkvist (Michael Nyqvist) y su condena tras ser acusado de calumnia por un empresario multimillonario, el segundo es el de la joven hacker Lisbeth Salander (Noomi Rapace), quién tuvo una vida colmada de abusos físicos y morales y está sujeta a un sistema perverso personificado en su tutor. Ambos personajes se encuentran en la trama central del film cuya estructura es la de un policial clásico, con pistas, sospechosos y un cierre “tranquilizador” (o eso pretende ser) en torno a una dinastía familiar que encierra terribles secretos – horribles, jodidos, todo lo que se les ocurra-. Luego la película se extiende un poco para darle más dinámica a los personajes, pero es un desenlace tan anticlimático que probablemente pase desapercibido.
El problema central de la historia en su desarrollo es que la química entre nuestros protagonistas se limita a unos pocos momentos fragmentarios que se suceden, de una manera episódica, entre los momentos de mayor tensión en los que se van revelando las pistas de Harriet Vanger. En consecuencia la dupla protagónica queda sublimada a ser una herramienta mecánica del guión, sumergida en la trama de intrigas disparadas por las anotaciones de la joven. Esta punta del ovillo nos abre a una serie de eventos que se van desenvolviendo de manera esquemática y que se cierran en un sospechoso que, desafortunadamente, hacia el final aparece como una vaga caricatura. Lo que es peor, en la dinámica del film se aísla a Martin Vanger (Peter Haber) y se lo hace parecer fuera de una estructura familiar que posibilitaba que los crímenes ocurrieran. Con esto se pierde de vista a toda una dinastía que era igual de culpable, perdiendo con esto la fuerza del discurso contra el nazismo, la misoginia y las oscuras operaciones de los lobbys empresarios para que no se sepan las cosas que podrían “mancharlos”. Pero afortunadamente las cosas quedan dichas de una manera clara, el principal perjuicio es contra la estructura del thriller, no contra el contenido (muchas veces amparándose en elecciones de dirección un tanto mediocres, como algunos planos detalles sostenidos).
El problema es que se cae en una tibieza que hace del relato algo efímero que dice cosas: utiliza estructuras de diálogo (abusos que se repiten marcando la familia de Lisbeth, ya que madre e hija dialogan, y lo mismo sucede en el caso de los Vanger), retórica (después de todo, hay cierta adjetivación en planos detalles) y algunas líneas que ocasionalmente fluyen para hablar sobre cuestiones referentes a cierto machismo y un nivel de corrupción que avala que eso continúe existiendo. No hay nada de malo en eso, pero se descuida el texto en función del subtexto, cosa que no sucede en el material original. En todo caso, un film interesante, un tanto extenso y con secuencias innecesarias pero que no pierde su mayor virtud: denunciar y medianamente cautivar sin decepcionar sobre su resultado final.