Twin Peaks en la gélida Suecia
Esta primera entrega de la trilogía basada en la exitosa saga literaria de Millennium escrita por el fallecido Stieg Larsson (1954-2004), que vendió más de 15 millones de ejemplares en todo el mundo (luego vendrán las transposiciones de La chica que soñaba con una cerilla y un bidón de gasolina y La reina en el palacio de las corrientes de aire), es un atrapante -aunque no demasiado original- thriller que tiene una estructura propia de las novelas de Agatha Christie, aunque -claro- con mucha mayor perversión (casi al borde del trash) y personajes modernos que la hacen sintonizar con las exigencias del público actual.
Los protagonistas absolutos del relato son Mikael Blomkvist (Michael Nyqvist), un periodista maduro, idealista y divorciado que trabaja para una revista de izquierda y es sentenciado a una condena de tres meses por cuestionar (calumniar) en sus investigaciones a un influyente financista, y Lisbeth Salander (Noomi Rapace), una joven punk, hacker, bisexual y rebelde que también sufre el acoso de la Justicia. Ambos -más allá de sus muy diversos problemas- unirán fuerza para investigar la misteriosa desaparición, ocurrida 40 años atrás, de una adolescente ligada a un poderoso grupo de industriales (el anciano patriarca de la familia es quien los contrata).
Más allá de la apuntada similitud con la literatura de Agatha Christie, también se podrían establecer vinculaciones con el cine de David Lynch, muy especialmente con ese escabroso universo de pueblo chico-infierno grande plagado de oscuros secretos de Twin Peaks. Claro que aquí no hay tanto vuelo artístico ni apuestas surrealistas sino una necesidad casi compulsiva de impactar al espectador con perversiones sexuales que se esconden tras la supuestamente impoluta imagen de la sociedad sueca (las apariencias, por supuesto, engañan).
Más allá de los golpes de efecto, de cierto amarillismo demasiado obvio y de su excesiva duración -quizás por exigencias de no "traicionar" al libro original-, Los hombres que no amaban a las mujeres se sigue con bastante interés, especialmente cuando ambos protagonistas establecen una extraña relación profesional (y afectiva).
No tengo idea respecto de cuán popular son aquí las novelas póstumas de Larsson (más allá de figurar en los rankings de venta de los suplementos literarios) y si eso es suficiente como para generar un éxito comercial en las salas argentinas, pero Los hombres... no deja de ser un digno producto con ciertos excesos, estereotipos y manipulaciones, pero también con múltiples atractivos.