La Gran Colombia.
El arte callejero y urbano surge a partir de la separación entre un arte establecido que pierde su ligazón con la vida, y a partir de la necesidad de crear como forma de apropiación y transformación de un espacio ajeno, trastocando su función. La exclusión social y la pérdida de la aquiescencia de la sociedad de bienestar dieron el contexto social para el surgimiento de esta necesidad de intervención artística, la cual -desde su aparición- ha sido una herramienta que le permitió a la juventud tener un auténtico canal de expresión.
El segundo largometraje del director Oscar Ruiz Navia acompaña a dos jóvenes graffiteros colombianos de Cali, Ras y Calvin, en su ingreso en los círculos del arte callejero. Ras es un joven que trabaja en la construcción de día y pinta graffitis por la noche con los materiales que roba de la construcción. Cuando es descubierto y despedido, visita a su amigo Calvin, estudiante de Bellas Artes, que está cuidando a su jovial abuela enferma de cáncer. Los introvertidos adolescentes representan a una juventud colombiana de clase media y baja con intereses unificados y un sentimiento de vivir en una sociedad militarizada que castiga todo tipo de manifestación de libertad en nombre del orden y la seguridad. Con ideas políticas y sociales de izquierda radical y una aversión hacia una policía violenta omnipresente en el país cafetero, Ras y Calvin encuentran en el mundo del arte urbano un lugar de pertenencia en función del cual construir una identidad y expresar su descontento social y su ideología.
El realizador colombiano representa metafóricamente la existencia de los jóvenes a partir de los hongos como una expresión de la vida que surge a partir de la podredumbre y la descomposición, según las propias palabras de Oscar Ruiz Navia. El director pone en juego de esta manera las instancias de apropiación por parte de los artistas callejeros de las nuevas autopistas, los problemas con los representantes de la ley y la libertad del deambular sin rumbo, elementos contrapuestos con el utilitarismo de la política y su pilar eclesiástico.
Las buenas actuaciones responden a una gran labor de dirección que sabe lo que busca de cada actor en cada escena. Sin miedo a improvisar, Los Hongos se adentra en el mundo subterráneo de Cali para representar la marginalidad, la violencia y las formas en que los jóvenes colombianos construyen su futuro. El impecable trabajo de la dirección de arte y la fotografía a cargo de Alejandro Franco, Daniela Schneider y Sofia Oggioni, respectivamente, permite experimentar el arte callejero y la relación entre los personajes como una verdadera experiencia de las nuevas formas de habitar el espacio público y concebir el arte.
Ruiz Navia abre el abanico de las múltiples identidades de Colombia en una cálida película realista que busca la ensoñación para oponer la libertad contra los condicionamientos del sistema político económico que aprisiona el futuro de la juventud. Los Hongos nos presenta así la historia de varias generaciones colombianas que se entremezclan en un presente para reflexionar y dejarse cortejar por las nuevas relaciones entre el arte y la vida.