M. Night Shyamalan fue un director capaz de hacer films de género fantástico con originalidad y un tono humano único. Su cuarteto Sexto sentido, El protegido, Signos y La Aldea muestra momentos de invención cinematografica notables. Después vaya uno a saber qué pasó: sus films siguientes van de lo insatisfactorio a lo invisible. Esta película pequeña, realizada alrededor del truco de las imágenes registradas en cámaras de video, computadoras, celulares, etcétera (sí, Actividad paranormal, etcétera) carece de las pretensiones de películas como El último maestro del aire o Después de la Tierra -que adolecían de simbolismo vacuo y espectacularidad gratuita- y solo cuenta un cuento de terror con momentos de comedia sobre dos chicos que van de visita unos días a casa de sus primero adorables pero luego perturbadores abuelos. Shyamalan cree una cosa: que el relato fantástico es uno solo (y en esto se incluye la religión, el cuento de hadas y el terror) y que es posible comunicar ese abanico de emociones con el cine. Dirige actores muy bien: lo que implica no que les haga hacer monerías histriónicas sino que sus personas del cine parecen personas del mundo real (una hazaña). Y con eso más un manejo diestro del suspenso le alcanza para que uno pase un rato divertido con sustos y con verdadero miedo. No sabemos si volvió “aquel” Shyamalan, solo que este film sí vale la pena.