Si no se dan cuenta...
Tras algunos fracasos, el director de “Sexto sentido” vuelve al suspenso, pero la clave es fácil de develar.
Recién después de tres filmes mamuts que fueron fracasos rotundos de público y crítica (El fin de los tiempos, El último maestro del aire y Después de la Tierra, con Will Smith) M. Night Shyamalan decidió hacerse chiquito, retrotraerse a sus comienzos y rodar un filme que no superó en costo los cien millones de dólares, como los anteriores, sino que puso de su bolsillo cinco millones para realizarlo.
No es preciso saber la inversión puesta en Los huéspedes (titulado mucho más sutilmente La visita en el original), porque se ve y se nota, y se sabe que más plata no significa necesariamente mejores resultados. Ver cualquiera de los tres filmes mencionados en el primer párrafo para corroborarlo.
Shyamalan descolló en el cine de suspenso, y los filmes que redondearon su trabajo mejor (Sexto sentido, El protegido, hasta podemos incluir La aldea) tenían una vuelta de rosca al final. Que, si el espectador no se había percatado, resultaba como un golpe maestro. Cómo me engañó, y yo no me di cuenta, era el comentario habitual.
Todo lo que lleva a que Los huéspedes -tal vez por eso de volver a un terreno conocido, familiar y que le había dado buenos resultados- también tiene ese giro. El (único) problema es que el espectador puede darse cuenta demasiado pronto, y ahí todo el andamiaje del suspenso se cae.
Es lo que sucede.
Hay dos tipos de suspenso. Uno, el intrínseco, el que tiene que ver con un recoveco de la trama, que es el que es fácil de develar. El otro, el que llega por los golpes de efecto, es el mismo que venimos viendo desde que El proyecto Blair Witch y Actividad paranormal nos vienen machacando con la camarita en mano.
Dos hermanos (Ed Oxenbould se come la película) van a conocer a sus abuelos en su granja. Por supuesto que la misma queda lo suficientemente alejada de la civilización como para que, cuando los adultos empiecen a tener actitudes extrañas -la abuela deambula desnuda por la noche, el abuelo tiene algo con los pañales (y Shyamalan se lo refregará en la cara no sólo al público, ya verán), los chicos no puedan tomarse el 60 de la Panamericana y volver a casa. Son como Hansel y Gretel, en medio del bosque, sin poder tirar las miguitas. Ah, mamá se fue de crucero con un nuevo novio.
La película tiene muchos toques de humor para rematar las escenas más espeluznantes, pero también personajes muy rústicos, no bien perfilados. Cuando la abuela pide a la nieta que se meta adentro del horno para limpiarlo, uno sabe que no la va a cocinar.
Si usted cree que puede suceder, no se pierda Los huéspedes, porque su rango de asombro todavía le permite sorprenderse con poco.