Híbrido sin Harry ni Sally
Comedia romántica con la clásica pareja de amigos donde las vueltas del destino los llevará a conformar una relación afectiva, Los imprevistos del amor intenta, con poca suerte, recrear las situaciones y climas de la imbatible Cuando Harry conoció a Sally y, más adelante en el tiempo, de la más que interesante e inteligente La boda de mi mejor amigo. Rosie (Lily Collins, a pura simpatía) y Alex (Sam Claflin, a pura intrascendencia interpretativa) se conocen desde la escuela secundaria, pero un impensado embarazo los separa, no solo afectivamente, sino a la distancia. Mientras ella se responsabiliza en su rol de madre, él inicia una nueva relación pero, más temprano que tarde, de acuerdo a los códigos más transitados del género y a propósito de las idas y vueltas del guión, el final edificante y rosa espera a la vuelta de la esquina. La raquítica trama necesita de una banda de sonido acorde a sus pretensiones de película caza-adolescentes y desde allí es que resuenan las voces de Lilly Allen, Beyoncé y Kate Nash para edulcorar el incipiente (y tardío) amor entre Rosie y Alex. Provista de toda la parafernalia tecnológica destinada a narrar una desvaída historia, Los imprevistos del amor, antes que nada, es un híbrido exponente dentro del género. Un director de origen alemán, una parejita de noveles intérpretes (ella, la hija de Phil Collins; él, protagonista de Los juegos del hambre: en llamas) y un packaging de film británico construido de manera superficial, terminan conformando un relato que solo se vale de cada uno de los clisés genéricos de las comedias románticas elaboradas desde un departamento de marketing. En efecto, se está ante un film olvidable.