Los Increíbles II

Crítica de Felix De Cunto - CineramaPlus+

Pasaron 14 años desde que Pixar trajo al mundo a los Parr, una familia tipo, ordinaria, de clase media estadounidense, demostrando así que sus humanos también podían animarse por computadora y a la vez, ser los protagonistas de la historia. Eso sí, se tomaron la sutil licencia de que no fueran del todo “normales” sino que gozaran de algunos superpoderes. Por ejemplo, Bob, el padre, poseedor de una fuerza única, Helen, la madre, capaz de estirarse a amplitudes enormes sin afectar su motricidad, Violeta, la hija adolescente, puede invisibilizarse y crear campos magnéticos, el hiperquinético Dash, algo así como un Bart Simpson pero con supervelocidad, y Jack-Jack, el sorpresivo bebé, que en principio no parece tener atributo alguno.

Casi tres lustros después Los Increíbles 2, su secuela, se presenta inmutable, como una continuación que se reactiva justo ahí donde terminó la primera dejando como aviso que no pretende la redituabilidad económica a cambio de abrazar a la nostalgia. Y evitar que los personajes rememoren su pasado, más sabiendo que gran parte del público fueron los niños en el 2000 que hoy tienen entre 20 y 30 años (un blanco etario óptimo para apelar a la niñez), lo considero un logro. Logro que si bien tiene efectos colaterales: esa maldición propia de las secuelas de no poder jamás despegarse del todo su antecesora (menos con Toy Story 2, con vos está todo bien), lo compensa con un alto nivel en la plasticidad tridimensional y con instantes eufóricos y cargados de energía calórica que nada tienen que envidiarles a ciertos pasajes de Misión Imposible o de alguna película de acción interpretada por Bruce Willis.

Como dije, el largometraje tiene un comienzo explosivo, donde quedó la anterior, con los Parr, debajo de la ciudad, en pleno combate contra Sub-terráneo. Toda la pelea orquestada por ese spy-jazz eufórico como leit motiv al mejor estilo James Bond. Consiguen entonces que el villano no derrumbe el banco central pero no logran evitar el robo de la caja fuerte, ni las recriminaciones por parte de las autoridades, quienes argumentan que su voluntaria pero ilegal intervención aumentó la destrucción del espacio público. A continuación, se ve a la familia recluida en un motel mientras Bob y Helen discuten el futuro. Él se niega a volver a la camisa, la corbata y el trabajo de oficina con olor a café, en cambio, ella, a salirse del sistema. Helen se lo deja en claro, más allá de que los superpoderes ayuden al bienestar civil y a combatir el terrorismo, para la justicia son ilegales, y la justicia, desde su postura, tiene la última palabra. Si recordamos, en Los Increíbles del 2004 la vuelta de los superhéroes a la clandestinidad ocurría luego de que Bob fuera demandado por un suicida quien lo acusaba de haberle salvado la vida sin habérselo pedido. La libertad individual chocaba con la necesidad, la empatía, el deber que creen tener los superhéroes de poner en funcionamiento sus dones en pos de la sociedad. La película vuelve entonces a traer sobre la mesa cuestiones y contradicciones, terrenos grises propios de la ley, que no se alejan mucho de las que nos dirigen a nosotros.

Horas más tarde de la escena del motel, Helen parece olvidar todo lo dicho y vuelve en forma de Elasticgirl después de aceptar la propuesta ofrecida por los hermanos Winston y Evelyn Deaveour, dueños de una empresa de marketing que aspiran a cambiar la imagen de los superhéroes y así, conseguir la legalización de los mismos. A pesar de que la película prescinda de la elipsis de 14 años, el contrato demuestra que el tiempo sí pasó y que gracias al creciente feminismo, ahora los roles están invertidos. Helen es quien sale a trabajar y Bob, quien se queda en posición doméstica y al cuidado de su familia. De esta manera, la película avanza con un pie en las diferentes misiones que van cumpliendo Elasticgirl, que con la aparición de un extraño villano llamado Rapta-pantallas que hipnotiza y convierte en autómatas a las personas, se vuelven cada vez más riesgosas, y otro en el interior del hogar. De hecho, los instantes más graciosos suceden aquí, principalmente durante los intentos de Bob por controlar a Jack-Jack. El inofensivo bebé ahora tiene una batería impredecible de superpoderes. Sin lugar a dudas es el comodín del filme y el centro gravitatorio para sacarle el jugo a las potencialidades e innovaciones de la animación. Por más pequeño que sea, algo nuevo bajo el sol.

Por Felix De Cunto
@felix_decunto