El ser humano busca y genera grupos de pertenencia afines a sus intereses. Algunos de ellos militan en partidos políticos, con la ilusión de hacer algo trascendente por la comunidad en la que viven. Los más extremistas, no se conforman con solucionar lo que creen que está mal por medio de la palabra, optan por armarse y combatir las injusticias. Dentro de esa idiosincrasia creció Aurora Sánchez, descendiente de familiares europeos con convicciones firmes y espíritu muy caliente. Ella nació en Francia, pero debió huir hacia la Argentina con sus padres.
La protagonista de esta historia lleva la voz cantante durante el documental. Porque también sufrió pérdidas, heridas que no cierran. Su hermano Roberto fue asesinado, y su hijo Iván se encuentra desaparecido a manos del Ejército, porque ambos integraron un comando del Movimiento Todos por la Patria que intentó copar el Regimiento de la Tablada en 1989.
Codirigida por “Gato” Martínez Cantó, Santiago Nacif Cabrera, Roberto Persano, la película narra los recuerdos y las vivencias actuales de una mujer que fue madre y hermana de dos hombres que se consideraban "revolucionarios", ese era su oficio, consideraban, para pelear contra las dictaduras y liberar a los pueblos. Por eso no sólo "trabajaron" en la Argentina, sino que también se alistaron para hacer lo mismo en Nicaragua.
Los testimonios de otros familiares, amigos, etc. dan a conocer lo que hacían el tío y el sobrino, enarbolando una causa que ellos consideraban justa. Nadie los cuestiona ni recrimina nada. Junto a fotografías y filmaciones de noticieros, viajes a España, Nicaragua y Francia, redondean una producción para reivindicarlos.
La narración marca el contexto histórico, ya sea con imágenes o con los relatos de Aurora y, en menor medida, de Maira, su hija, y hermana de Iván. La cámara sigue de cerca el periplo europeo y centroamericano que hicieron las mujeres como para cerrar la historia y cicatrizar la herida.
La producción del documental es correcta, dentro de los parámetros normales de una estructura clásica. La emoción corre por cuenta de Aurora, y en menor medida de su hija, que, ante cada recuerdo profundo, lloran sin pudor. Pero los sentimientos encontrados quedan a cargo del espectador, De los que comulgan y se identifican con esta forma fantasiosa de hacer justicia, y los otros, ños que aceptan la de las leyes, abogados y jueces.