En realidad, quien esto escribe tiene la tentación de ponerle cinco estrellas, pero habrá de primar la cordura profesional. La historia que cuenta el film no es lo más importante: son un grupo de mercenarios de buen corazón (pero capaces de clavar un cuchillo, tres balas y doce granadas en uno ajeno) que deben salvar a la chica y eliminar a un villano, al tiempo que se divierten y nos dicen “esto que en los 80 era considerado reaccionario, en realidad era divertido y catártico: por eso aún vienen a vernos”. Y sí, es divertido y catártico, y es cine puro: todo se concentra en el movimiento, en el desplazamiento, en la dirección de las miradas y en la mitología (grasa, pero mitología al fin) que representan Stallone, Willis, Schwarzenegger, Van Damme, Norris y ese Hércules pelado que es el gigantesco Jason Statham. Si todas las películas fueran así, sería horrible. Pero menos mal que estos tipos siguen pateando traseros de tanto en tanto para sacudirnos, a pura tradición, la molicie.