La fiesta inolvidable
Cuando hace un par de años estrenaron Los Indestructibles (The Expendables) mis expectativas eran elevadas. El producto final fue fallido por varias razones pero la principal es que no se notaba esa locura propia de juntar a esos mastodontes de acción republicana de los años 80. Al parecer, de los errores se aprende.
En Los Indestructibles 2 (The Expendables 2) nos encontramos no solo con la misma banda de dinosaurios peleadores sino con más, mucho más: Chuck Norris, Van Damme, Schwarzenegger y Willis (estos últimos habían aparecido en la anterior pero sin participar de la acción) se suman al colectivo multiestelar "rock of ages" de Stallone, Jet Li, Statham y tantos otros. La historia es tan modesta como repetida. Van Damme (Vilain) quiere plutonio para vender. En el camino a ese objetivo se atraviesan Los Indestructibles. De ese encuentro un hecho convierte el trabajo en una cuestión personal. Listo, para de contar.
Si acaso las segundas partes no son buenas prepárense para una hermosa excepción. Los Indestructibles 2 supera con creces la primera y entrega durante casi dos horas una fiesta ilustre. Esa pila de testosterona y anabólicos que resuelven la vida a puro disparo se prestan a una autocelebración donde el desenfreno es inacabable. Explotan al máximo todo (y a todos) pero principalmente al imaginario popular que origino la idea primigenia de estas películas, esa de ver a esos hombres y nombres en yunta. Se ríen y nos inmiscuyen a nosotros, uno siente que forma parte de esa celebración. Eso si, este festejo es un derrotero de violencia donde la muerte es moneda corriente. Y como no serlo cuando su pan de cada día durante tanto tiempo fue el de ser mensajeros de destrucción aunque se presentaran como justicieros.
El film abunda en fantasía, humor e irrealidad (nosotros no vemos a Stallone interpretando un personaje, vemos a Stallone) alcanzando un grado de libertad tal que nos transmite la sensación de estar ante una reunión de amigos que, de paso, hacen una película.
El desenfado queda plasmado con la fantástica (en más de un sentido) aparición de Chuck Norris. Desde el momento en que ingresa al relato el inverosímil se descontrola, ahí caemos en cuenta que la muerte es tan artificial como la sangre que salta de los cuerpos. Estamos otra vez dentro de ese código de violencia de aquellos films que supieron reinar pero trabajados desde la conciencia de su tono paródico. Los intercambios entre Stallone, Willis y Schwarzenegger son impecables. La actuación de Van Damme como un afectado villano es una delicia, concreta el difícil reto de equilibrar la balanza frente a toda esa troupe indestructible. Dolph Lundgren la descose como un frankestein desquiciado y al fin se aprovecha el talento de Jason Statham para el enfrentamiento cuerpo a cuerpo. Uno de los puntos flojos quizás sea la incorporación de Maggie (Nan Yu) como contraparte romántica de Stallone, demasiado tirada de los pelos, queda diluida entre tanta testosterona avejentada. También es decepcionante la efímera participación de Jet Li. Pero no mucho más.
Aquello endeble de la primera parte se perfecciona para entregar una parranda de amigos donde todo se descomprime a los tiros, y de paso, se ríen de ello. Al fin entregan lo prometido, gracias Sly por invitarnos a la fiesta.