Diversión con parodia ochentosa
Stallone frente Gibson, en un duelo en el que importa más el choque que la trama o la forma.
Hace cuatro años, Los indestructibles sorprendió, si el término fuese posible, contingente, porque era una combinación de espíritu ochentoso con cine de acción y humor. Con Sylvester Stallone a la cabeza, las figuras de Dolph Lundgren, Jet Li y un astro nuevo del cine de los golpes, Jason Statham, era divertida, o daba para la diversión.
La saga ya va por la tercera entrega (Los indestructibles 2 se estrenó en 2012, ya con Chuck Norris, Jean-Claude Van Damme y Bruce Willis, que no están en la 3, y Schwarzenegger que la sobrevivió, a bordo) y el espíritu reinante es el mismo. Nadie puede decir que los gags o las situaciones disparatadas -los saltos acrobáticos de Barney Ross (el personaje de Stallone, líder del grupejo de elite), por ejemplo- no tengan parangón con la saga de Rápido y furioso, o la ¿terminada? de Duro de matar.
Y la cuestión tampoco pasa por la trama, que es más o menos la misma de siempre -rescate de un compañero, en el caso Doc (Wesley Snipes), más salvatajes y duelo con el malvado de turno, aquí un Mel Gibson que fue iniciador de Los indestructibles, pero se pasó al lado oscuro y ahora es traficante de armas-. Ni porque se sume un grupo de jóvenes -nunca novatos- luchadores del lado de los buenos (sin olvidar que actúan contratados por el Gobierno de los Estados Unidos, pero fuera de la ley).
La cuestión principal no es de forma, sino de choque. Los indestructibles los matan bien muertos a los malos, pero en toda película de acción el personaje que se viste de malvado tiene que ser fuerte, no en su musculatura sino en su sapiencia. En su maldad. Del Guasón de Jack Nicholson que ensombrecía al Batman de Michael Keaton en el filme de Tim Burton al presente hay cientos de ejemplos.
Mel Gibson da con el rol del maquiavélico, cruzando de vereda, y ya poco importa que del lado de los buenos estén Jet Li y Dolph Lundgren, que fueron antagonistas de Gibson en Arma mortal 4 y de Stallone en Rocky 4. Esto es el siglo XXI y si vamos a reciclar, reciclemos bien.
La película entretiene en su ley, no tiene la violencia desatada ni descabellada de otras producciones de Stallone, porque por momentos más que una parodia a los ‘80 se asemeja a un cómic, o a un episodio de un dibujito animado de acción, puro diversión.