La pandilla musculosa regresa. El cúmulo de héroes de acción a los que ya se les paso el cuarto de hora (salvo Jason Statham) vuelve con más de lo que el fanático espera: acumulación de estrellas del género, testosterona y explosiones. Hagamos el repaso rápido: Stallone, Schwarzenegger, Statham, Lundgren, Crews, Couture y Jet Li. En esta tercera parte se cambia al apático Bruce Willis por un gruñón Harrison Ford. Se suman Antonio Banderas, Mel Gibson (malo de turno) y Wesley Snipes. Después se meten algunos jóvenes para formar un “baby team” que ni vale la pena nombrar.
Todo en Los Indestructibles 2 funcionaba mediante el delirio. Uno entraba de lleno en la descerebrada acción ochentosa con puro histrionismo, apartado en el que aportaba el gran JCVD y el invencible Chuck Norris. En esta tercera parte se busca el mismo nivel de locura pero se le notan los hilos. Las secuencias resultan inconexas dentro de una estructura que por momentos intenta ser tensa y trágica. La autoconciencia y parodia de la anterior queda sepultada en guiños tan repetidos que quedan en offside. Las frases de Arnie (y sus camisas hawaianas) no fustigan nuestra memoria de cine de superacción, más bien suenan al tío pasado de copas que pega una anécdota graciosa y ahora nos codea para que la sigamos celebrando.
Los Indestructibles 3 comete un error imperdonable. En su necesidad de acumular gente nueva elije barrer a los que ya tenían su lugar. Lundgren, Li, Couture y Crews ni siquiera tiene un momento para su lucimiento. Hasta Statham queda medio perdido en esa maraña de nuevos personajes. Llevar a un genio de las artes marciales como Jet Li para que ni levante una pierna es una falta de respeto. El hecho queda agravado porque, con excepción del Doc (Wesley Snipes) y Stonebanks (Gibson), la incorporación de nuevos personajes es groseramente fallida. El joven equipo que reemplaza temporalmente a los viejos produce un desinterés casi tan enorme como el brazo de Sly.
Los Indestructibles 3 comete un grave error en barrer a los que ya tenían su lugar para acumular nuevos protagonistas.
Stallone siempre se guarda el rol principal, está bien que así sea, él es el alma de este grupo. Pero cuando se fuerza al humor, al drama y a la acción, uno siente que está tensando demasiado la cuerda. En el duelo verbal con el malo de Gibson pierde. Mel es una animal de cine, su poderosa presencia lo opaca de forma natural. En su duelo físico (y rústico), Sly logra equilibrar los tantos. Después está Wesley Snipes. Su aporte es festivo, Doc es un desquiciado. Arranca con todo pero sufre el mal de toda la película, queda perdido en la confusión explosiva. ¿Qué se espera de Los Indestructibles? Bomba y más bomba. Por eso uno se siente esperanzado por el comienzo con dos divertidas secuencias: el rescate del Doc y una misión en un puerto (de esas digitadas para demostrar que el nuevo integrante, en este caso Snipes, se vea groso). Aunque no sean una maravilla, logran al menos meter riesgo y descaro, todo lo que viene después es puro barullo.
Se nota el agotamiento de la fórmula de “viejos (y musculosos) son los trapos”. El tercer acto de Los Indestructibles resulta pasada de anabólicos, una expansión imprecisa y deforme.