Los Indestructibles parecía el sueño mojado de cualquier fan del cine de acción - en especial del que estaba de moda en los años 80 -. Stallone había hecho lo imposible, reuniendo uno de los mejores casts de la historia del cine desde que Steven Soderbergh filmara la saga de Ocean´s Eleven con Clooney, Pitt y Cía. Anoten: Dolph Lundgren (ex rival de Stallone en Rocky IV), la estrella asiática Jet Li, el inglés Jason Statham, el veterano Mickey Rourke (que viene de regreso, cobrándose todos los millones juntos que perdió en papeles de mala muerte en los últimos años), las estrellas de la lucha Randy Couture y Steve Austin; y los amigotes y socios de Planet Hollywood, Bruce Willis y Arnold Schwarzenegger (quien se hizo cinco minutos para dejar la gobernación de California y darle el gusto al pibe). Parece una lista de quien es quién en el mundo del botox hollywoodense. Afuera se quedaron Steven Seagal (quien está peleado a muerte con el productor del filme) y Jean Claude Van Damme, que salió con un martes 13, diciendo que esa plata debería usarse para socorrer gente en Centroamérica (!). El tema es que, ni aún con todos esos pesos pesados reunidos, Los Indestructibles logra hacer algo medianamente memorable. Es pura rutina, propia de una película directa a video, y con el agravante que la acción está rodada por un epiléptico al mando de la cámara.
El problema pasa con toda seguridad por el libreto, que está co-escrito por Dave Callaham - el mismo de Los Jinetes y Doom -, y que es extremadamente chato. Cuando uno arma un ensamble de este estilo, es necesario darle cinco minutos de lucimiento a cada estrella, y que las mismas tengan peso en la historia. Pero acá la trama da señales de que los guionistas no sabían cómo manejar a tanta gente famosa; con la excepción de Stallone, Li y Statham, lo del resto no dejan de ser cameos extendidos. Dolph Lundgren dice un par de palabras, pelea dos minutos, y desaparece el resto de la historia; Mickey Rourke parece estar actuando en otra película mucho más seria y de mayor calidad que ésta, despachándose con unos parlamentos profundos que no van con el tono disparatado del relato; al menos los cinco minutos de Bruce Willis y Arnold Schwarzenegger son divertidos, pero no deja de ser un momento de chistes entre amigos. Y del resto, que son estrellitas serie B salidas de la lucha u otros deportes, apenas hacen algún aporte. El caso de Steve Austin es ejemplar, ya que el tipo no llega a pronunciar ni 20 palabras en todo el filme.
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Pero ni siquiera los diálogos (con excepción de Rouke, que tiene una larga epifanía sobre la guerra y que es lo mejor del filme) dejan una impresión duradera. Por contra, la historia está recargada de clisés demasiados desgastados, como que todas las repúblicas tercermundistas parezcan un pueblito haitiano con gente vendiendo fruta y gallinas en las calles. Todo el ejército de la ficticia república de Vilena tiene 200 hombres (!) o el equivalente de 20 minutos de cadáveres constantes que es lo que demanda el clímax. Y la historia es tan lineal que carece en absoluto de sorpresas. Stallone y Callaham se limitaron a reciclar el hit de Schwarzenegger Comando, con la diferencia que el filme de 1985 era mucho más divertido que éste.
Lo otro que empaña a The Expendables es el rodaje de las secuencias de acción. A mí me gustó mucho como Stallone coreografió la violencia en John Rambo - era una prolija imitación de la cámara lenta de Sam Peckinpah -, pero acá parece sintonizar a Michael Bay en un día pasado de cafeína. Stallone mete planos de menos de un segundo en las peleas, y el resultado es caótico. En gran cantidad de momentos del climax uno termina perdido, sin saber quién le pegó a quién o cuántos murieron y de qué modo. Lo cual es una lástima ya que Stallone no ha escatimado en pirotecnia ni en peleas, pero él solito se encarga de arruinar las secuencias.
Los Indestructibles está ok. En el fondo es decepcionante, ya que podrían haber armado algo mucho mejor que esto con toda la plata que costó. Están todos viejos, desgastados, deformados por el colágeno y los anabólicos, pero siguen en forma. Pero la dirección caótica en las escenas de acción y el aplastado libreto - que ni siquiera inventa frases de remate como la gente - atentan contra los méritos de lo que podría haber sido una reunión cinematográfica memorable.