No pocos espectadores de cine pretenden aparentar “seriedad y buen gusto”. Entre ellos, suele haber muchos que desprecian a gente como Sylvester Stallone en su rol de director. Incluso son capaces de preferir a gente como el canadiense Denys Arcand, el de la abominable Las invasiones bárbaras. Stallone es mucho mejor director de cine que Dennys Arcand. Y lo ha demostrado más de una vez, especialmente con la muy recomendable Rocky Balboa (2006). Ahora bien, ¿qué pasa con Los indestructibles? Los indestructibles es la vuelta de Stallone a los grandes éxitos de taquilla (por lo menos en Estados Unidos la película es un éxito enorme), junta al ícono de los ochenta con estrellas más actuales como Jason Statham y Jet Li, suma a Dolph Lundgren (Ivan Drago en Rocky IV), a Bruce Willis en un papel pequeño, a Schwarzenegger en un cameo, a Mickey Rourke y a muchos más, desde Eric Roberts hasta famosos luchadores. Hay algo festivo en la película en la celebración de la resistencia de los más viejos (Stallone tiene 64 años). Además, hay alguna sabia aceptación del paso del tiempo, más algunas secuencias de gran brillo y mucho disparate. También hay muertes a repetición, un flojo armado de los villanos y una mirada demasiado descerebrada sobre las implicancias de los destrozos que se realizan. Y está la cara de Stallone, que distrae con sus extraños (des)arreglos faciales. Statham, por su parte, es un actor de gran carisma y es lo mejor de la película junto con Lundgren, que está mucho más allá del ridículo. Y basta, no puedo ocultar más el hecho de que Los indestructibles fue una decepción parcial, que esperaba más solidez y más corazón, y que si bien es disfrutable parcialmente no me motiva demasiado para agregar más sobre ella.