Sangre, sudor y balas
Silvester Stallone es un nombre que genera tantos odios como amores. Pareciera que el hecho de encausar la mayoría de sus proyectos dentro de un género como la acción fuera algo para objetar en una carrera que sin dudas ha tenido altibajos, pero que supo dejarlo en lo más alto del mainstream norteamericano.
Y en los últimos tiempos demostró porqué. Si Rambo IV era una carnicería de noventa minutos en donde Sly demostraba detrás de cámara cómo podía hacerse una película de acción entretenida, frenética y con ciertos rasgos de gore, pues en Los Indestructibles indica que sabe distinguir entre un proyecto y otro.
Porque con su última película estrenada, Stallone le dice al espectador que hay una diferencia grande entre cada uno de los títulos que dirigió. Y ahí radica, quizás el mayor punto a favor del nuevo trabajo realizado por quien le pusiera cuerpo a Rocky Balboa.
Desde un principio, Los indestructibles fue un film pensado como un estreno que homenajeara a todo ese cine de acción de los ‘80 que hoy se esconde en estanterías de VHS o en los clásicos reeditados de los videoclubes.
Y por eso, en algún sentido, este film logra con creces su cometido. Nadie puede negar que los amantes del género no sean seducidos con la posibilidad de ver en una misma pantalla no sólo a Stallone, sino a Jason Sthatam, Jet Li, Dolph Lundgren (el mítico Iván Drago de Rocky IV), Mickey Rourke, Randy Couture, Steve Austin y hasta apariciones como las de Bruce Willis y Arnold Schwarzenegger (sin dudas las grandes faltantes son Jean Claude Van Damme y Chuck Norris).
Pero entre tanto nombre conocido ¿Qué ofrece Los indestructibles? Pues básicamente la historia de un grupo de para-policías que trabajan para el mejor postor y que deberán enfrentar al dictador de un pequeño país de América del Sur que domina el lugar en sociedad con un empresario norteamericano (el siempre eficaz Eric Roberts).
En ese contexto, por supuesto, aparecerán todos los clichés habidos y por haber: antihéroes dispuestos a todo por una mujer, países de tercer mundo transformados en pequeñas aldeas, habitantes de un país que ni siquiera hablan bien su lengua natal y varios etc.
Pero Stallone es bien consciente del tipo de film que quiere hacer. Y por eso se encarga de ofrecer grandes escenas de acción que evitan el abuso del CGI (bastante tosco por cierto) y que privilegia los músculos y la fuerza bruta de todo su elenco.
Porque en el marco de un film que rememora y homenajea al cine de los ‘80, el disfrute de la violencia no pasa por el mayor desmembramiento de los cuerpos (como sí hizo en Rambo IV); sino por la destreza y la capacidad física de los “artistas” (muchos de ellos provenientes de la lucha libre) que vemos en pantalla.
Entonces, si pensáramos en Los indestructibles como un film de músculos, motos, balas, mujeres y tatuajes, pues bien, seguramente el espectador saldrá satisfecho de la sala. Por otro lado, para quienes busquen una profundidad temática (ideologías colonialistas incluidas) ésta definitivamente no es una opción para tener en cuenta.
La película entretiene dentro de un género que ha sido desprestigiado por cinéfilos y especialistas, tal vez hasta de manera injusta. En ese regodeo de la fuerza física, donde Stallone logró los puntos más altos de su carrera, el título en cuestión representa quizás el cierre de una etapa que no sólo incluye al grupo de hacedores, sino también a los que supieron seguir entusiasmados todas sus aventuras.