Vienen, matan, destruyen, se van…
¡Volvió el sábado de súper acción!
Hay que reconocer que Stallone la tenía calculada esta vez. La fórmula no podía fallar: desenterrar a todos los “héroes” de acción de los 80s y 90s, mezclarlos con un par de luchadores de ahora, aplicarle gran dosis de tiros, explosiones, mutilaciones, torturas, persecuciones, choques y pocos efectos digitalizados para crear una película… emocionante.
Por lo nostálgica, no por su calidad cinematográfica precisamente.
Esa era la única pretensión del creador del boxeador de clase obrera convertido en símbolo del capitalismo a mediados de los ’70.
Lo admito, nunca fui fan de Stallone. No me gusta como actor, vi poco y nada de Rocky y Rambo, pero es cierto que fui seguidor incondicional de todas las porquerías reaganistas de Chuck Norris, Lundgren, Van Damme, Schwarzenegger, Steven Seagal y Michael Dudikoff (¿este donde estará?).
Lamentablemente en Los Indestructibles, solo aparecen la mitad de ellos… o al menos lo que queda de esa mitad.
La propuesta prometía ser divertida, y en ese sentido Stallone no decepciona. Cumple sin demasiadas vueltas ni pretensiones. Entretiene, salpica la pantalla y da al menos tres escenas antológicas.
La primera, es la auspiciosa reunión entre los tres ex socios de Planet Hollywood, que termina con un remate humorístico oportuno y brillante.
La segunda, una pelea entre Lundgren y Li, que justifica la presencia de ambos en la película, ya que el resto de sus apariciones son poco entusiastas.
La tercera, la esperada pelea entre dos pesos pesados de la lucha libre estadounidense, Randy Couture contra Steve Austin.
Digamos, que Stallone deja felices a todos los fanáticos del género. Si se busca obviamente alguna cualidad o profundidad narrativa, este es el ejemplo erróneo.
Acá tenemos un equipo de soldados sedientos de sangre, una apología a la violencia pura, donde el sadismo es tratado con un psicólogo, y si eso no funciona… le dan unas vacaciones y le perdonan toda la falta de “ética” y “moral”.
Uno podría entender que Stallone no hace más que burlarse de los estereotipos, de los clisés y los lugares comunes, llevándolo al extremo, al gore absoluto. Una autoparodia de los trabajos que todos los actores realizaron en el pasado, más que una sátira política, se podría decir.
En el film, los corpulentos machos multiétnicos, orgullosos de sus tatuajes, de tener un cuervo negro (quizás pregonando la biografía que el director quiere realizar sobre Edgar Allan Poe) en la espalda, son los salvadores de Latinoamérica, donde un dictador es títere de un despiadado agente de la CIA, que se fue de la Agencia porque le pagaban poco y gana más explotando latinos para que cultiven coca y traficándola por el mundo.
Los personajes carecen casi completamente de cuerpo y alma… Especialmente el de Stallone. En ese sentido Jason “Transportador” Statham queda mejor parado, gracias al aporte de una subtrama seudo romántica, que cierra de forma redonda.
Es irónico pensar que una película tan vacua de contenido narrativo, tiene una estructura sólida. No hay fisuras argumentales. Esto demuestra, que a veces es mejor centrarse en la historia, no divagar en vueltas de tuerca inverosímiles. Stallone presenta las reglas del juego ni bien empieza la película y es fiel a su ideología… fascista.
Ninguno de los intérpretes trata de dar más de lo que puede y de lo que se lo conoce que pueden dar como actores.
Sin embargo, hay pequeñas joyas entre tanto músculo: un monólogo de Mickey Rourke (que se escapó con vestuario y todo del rodaje de Iron Man 2, para grabar sus escenas) emulando a Marlon Brando en Apocalipsis Now. El actor de El Luchador, renació como el ave fénix en los últimos años, y con cada aparición en Los Indestructibles aporta frescura, calidez y humanidad.
Por otro lado, es brillante la interpretación de Eric Roberts como el villano, el ex agente de la CIA. Fue Rourke quien influenció en Stallone para que lo eligieran al hermano de Julia y padre de Emma. El actor (nominado al Oscar por Escape en Tren) fue héroe de acción con Lo Mejor de lo Mejor y después decayó interpretando roles secundarios olvidables. Hace un par de años, regresó gracias a una pequeña pero fundamental interpretación en El Caballero de la Noche y la serie Héroes.
Vale mencionar también a Terry Crews, quién pide más espacio como protagonista y demuestra ser un actor versátil (¿acaso solamente yo veía Everybody Hates Chris?)
A nivel visual, Stallone confirma que no es demasiado imaginativo, pero al menos no tiene la grasa ni manipula la acción con estética videoclipera a lo Michael Bay. La banda sonora compuesta por Brian Tyler, aporta más ritmo al adrenalínico montaje final.
La misión está cumplida. Dejemos afuera de la sala el intelecto, no nos distraigamos con la mirada imperialista, misógina enaltecida a la cuarta potencia y disfrutemos como si fuera una película de Tarantino o Rodríguez de la sangre y la violencia.
Para ver con la dama a la que tuviste que acompañar de mala gana a la función de Eclipse. Llegó tu revancha.