Los indestructibles

Crítica de Santiago García - Leer Cine

CINE DE ACCIÓN CREPUSCULAR

Los indestructibles es, para quienes vieron cine de acción en la década de los 80, un festín retro, tanto por sus temas como por su género y estética y, más aun, por su incomparable elenco. Pero más allá de este evento hay elementos más trascendentes que convierten a la película en una obra de arte de gran valor.

Cuando el período clásico estaba muriendo y los cineastas modernos comenzaban a carroñar el lenguaje del cine mientras creían que inventaban la pólvora, el maestro Sam Peckimpah realizó un clásico de todos los tiempos: La pandilla salvaje (The Wild Bunch, 1968). El elenco incluía a estrellas ya mayores del cine clásico, como William Holden, Ernest Borgnine y Robert Ryan, algunos de ellos más cerca del retiro que del auge de sus carreras. Esta película fue lo que se conoce como un western crepuscular, un espacio donde se analizaba no solo el crepúsculo de los personajes protagónicos, sino también el de la carrera de los actores, el de un determinado período histórico y el de una idea del cine. Otros géneros han sabido aprovechar perfectamente este concepto, pero a la hora de hablar de Los indestructibles y, salvando las distancias estéticas, el cine crepuscular que primero viene a la mente es el de Sam Peckimpah. Auque en el western crepuscular también han brillado una variada gama de directores que va desde John Ford a Clint Eastwood, pasando por Don Siegel y Sergio Leone. Los indestructibles toma esa tradición y el tono de este film de acción está muy marcado por este acento crepuscular. Pero el clima jocoso de muchas escenas, el elenco multiestelar y la base sencilla de la historia hacen pensar también mucho en John Sturges, un director cuyo nombre hoy no es tan reconocido, pero que dirigió –entre muchos clásicos- El gran escape y Los sietes magníficos. Y por supuesto resuenan ecos del film de Robert Aldrich Los doce del patíbulo, con otro gran elenco liderado por Lee Marvin. Esta combinación de condenados pistoleros sin rumbo es una línea que va y viene desde estos directores mencionados a Akira Kurosawa, admirador del western que logró en Los siete samurais su obra más depurada en homenaje a aquel género y que recibió a su vez una remake, Los siete magníficos, que ya mencionamos. La última conexión es entre Yojimbo, también de Kurosawa y Por un puñado de dólares, de Sergio Leone con Clint Eastwood. Es el momento de recordar algo importante: el triunfalista título local llama a The Expendables (los prescindibles) Los indestructibles, en una traducción que subestima toda la complejidad del relato y niega los últimos veinticinco años.

¿Y qué tienen en común todos estos films mencionados, además? Se parecen en algo, son films masculinos. No exclusivamente para público masculino, pero sí con una sensibilidad masculina. Son film viriles. Dar cuenta de que un film tiene una sensibilidad femenina es un elogio desde un tiempo a esta parte. Y aunque en realidad es sólo una descripción sin juicio de valor, el destacarlo alude a una larga postergación de la mirada femenina en el cine. Esta balanza poco equilibrada en el cine y en el mundo fue lo que –feminismo mediante- motivó una necesidad de recuperación y reivindicación de esta sensibilidad. En el camino, y como consecuencia indeseada, la sensibilidad masculina perdió espacio y, erróneamente confundida con machismo -¡no son sinónimos!, retrocedió más de la cuenta en el imaginario social y cinematográfico. Hoy, cuando el feminismo sigue siendo aún imprescindible, es también necesario recuperar y valorar la sensibilidad masculina. No es necesario aggiornarla, simplemente hay que separarla de los aspectos más oscuros de la cultura patriarcal sostenida en el machismo y la misoginia. Los indestructibles es, por supuesto, una recuperación de valores, iconografía y modos de la sensibilidad masculina. De la misma forma que ciertos films conectan con la sensibilidad femenina, hay otros que conectan con la sensibilidad masculina. Es una limitación de los espectadores, y no de los films, el no poder disfrutar de ambos tipos de largometrajes. Se parte de una sensibilidad femenina o masculina –o una combinación de ambas-, pero las obras de arte son, finalmente, universales.

Los indestructibles no debería ser analizada desde un punto de vista político. No debería porque la intención de la película no es política. Tampoco debería ser motivo principal de análisis la profesión de los protagonistas. Son mercenarios, sí, como lo eran los siete protagonistas de Los siete samurais. Pero como aquellos, estos están a la búsqueda de algo mucho más trascendente y universal. Están buscando, necesitando, una redención. Y tampoco busquemos la literalidad acá. Están buscando eso porque están viejos, porque la vida ha dado la vuelta y ellos ya no son lo que eran antes. Porque el camino es de salida y comienza a oscurecerse la mirada de las cosas. Atormentados como puede estar atormentado cualquier ser humano en el crepúsculo de su vida. Es interesante como los dos personajes más complejos del film son los más veteranos, interpretados por Sylvester Stallone y Mickey Rourke (al que podrían nominar de nuevo por este film y darle el Oscar que le deben). Rourke es el que reflexiona acerca de esos valores perdidos y por los cuales los protagonistas van a luchar. Como decían en otro film fuera de moda como La momia “rescatar a la chica, matar al villano, salvar al mundo”. Si lo quieren analizar políticamente, perfecto, pero para mí, y sin ninguna vergüenza lo digo, esos son los valores que habitan en todo héroe a lo largo de la historia de la humanidad. Claro que los personajes femeninos deben ocupar un espacio distinto y en esta película, tan masculina, lo hacen. Los valores más humanos y elevados están representados en un personaje femenino y luchar junto a ese personaje y por ese personaje es también lo que ennoblece a los protagonistas de la historia. Quienes, además, hacen de cada acto un constante elogio de la amistad.

Hablar de elenco multiestelar es hablar no solo de Stallone y Rourke, sino también, de Jason Statham, el “joven” de este grupo y actual estrella de acción; de Jet Li, leyenda del cine oriental; de Dolph Lundgren, recordado villano de Rocky IV; de Eric Roberts, en una actuación brillante y, por supuesto, la cereza de este festival de cine de acción: dos apariciones especiales de Arnold Schwarzenegger y de Bruce Willis. Arnold, Bruce y Sly juegan una escena memorable más destinada a la inmortalidad del star system que a los manuales de lenguaje cinematográfico. Todos sumados no solo proporcionan una felicidad retro para nostálgicos, sino que además nos muestran el paso del tiempo y trasmiten la misma sensación que se observa en todos los films crepusculares. El tiempo pasa y el mundo cambia, dejando cada vez más afuera a los que en otra época estaban en el centro. Si hasta el propio Indiana Jones lo demostraba en Indiana Jones y el reino de la calavera de cristal. El espectador que tanto festeja esta inolvidable reunión, deberá valorar también este espejo antiguo pero brillante que nos regala Sylvester Stallone. Somos nosotros, aquellos adolescentes de los ochenta, los que ahora vemos nuestro propio camino de adultos. Que los personajes tengan remordimientos no es una novedad en el cine, remordimientos –a su manera- como los que podían sentir por personajes de Ford, Welles, Bergman o Fellini. Sí, porque por más explosiones, patadas y cuchillos que vuelen, Los indestructibles no está lejos de las grandes reflexiones sobre la existencia humana. Estos duros son los personajes más tiernos que ha dado el cine de acción en muchos años. Tanta ternura tiene la película, tan cariñosa es con sus personajes que incluso se da algunos lujos que hablan de que Stallone, en su vejez, se ha convertido en un dios bueno. Y esta última misión, casualmente encargada en una iglesia, es el camino que lo lleva, y nos lleva, directo a la redención.