En una apacible vida de estancia en la Argentina de la primera mitad del siglo XIX, alejada de las luchas políticas y continuos conflictos bélicos que atormentaban al país en esa época, se desarrolla esta historia dirigida por Mauricio Brunetti. Tiene su mundo propio que con los años se va convirtiendo en un infierno del que no se puede salir, cuyo resultado es la venganza que va a pegar en donde más duele.
El protagonista es Güiraldes (Lito Cruz), amo y señor de la estancia “La Mercedaria” dedicada a las plantaciones, actividad realizada por los negros esclavos que había en ese entonces.
El conflicto, los problemas internos, etc., tienen como único responsable a Güiraldes, quien abusa, maltrata, desprecia, odia a todos los que viven en la estancia, no sólo a los esclavos sino también a su esposa Mercedes (Beatriz Spelzini), y a su hijo Rodrigo (Ludovico Di Santo). Es un duro, un tirano, prácticamente piensa que quienes lo rodean tienen que estarle agradecidos por tener la vida que llevan. Domina a todos con mano de hierro, y si con eso no alcanza emplea también los latigazos.
Mercedes, abnegada y sometida esposa, a escondidas de su marido, también desarrolla sentimientos malignos consiguiendo para ejecutar esos sentimientos el beneplácito de la iglesia católica, de la que ella es una ferviente practicante.
Rodrigo cuando vuelve a su casa convertido en un adulto y casado con Bianca (Sabrina Garciarena), intenta acercarse a su padre, pero éste continúa denigrándolo y sin aceptarlo tal como es.
La narración va y viene en dos planos temporales, el presente y el pasado, para explicar todos los hechos trágicos que provocaron que el presente sea como es. Aquí radica uno de los problemas, el uso y abuso de los flashbacks, los que deberían ser recuerdos de alguno de los protagonistas pero que no tienen dueño. El otro es la indefinición del género en el cual se enmarca el relato, pues al comienzo es un drama, pero a medida que avanza la historia vira hacia el lado del suspenso y del terror, lo que da como resultado un relato que termina por no afirmarse solidamente en ninguno.
La actuación más destacada es la de Beatriz Spelzini, porque su labor actoral tiene apropiados y logrados cambios de carácter que van de la pasividad a la acción de forma convincente.
Lito Cruz perfila a Gúiraldes monótono, monocromático y autoritario convirtiéndolo en el más malo de los malos, pero carente de las distintas capas que tiene que tener un personaje para que sea interesante.
Lo rescatable es la gran factura técnica de la producción, como la ambientación, iluminación, fotografía, escenografía, vestuario, sumado a la utilización del lenguaje acorde a esos tiempos.
En su debut como realizador Mauricio Brunetti se queda a mitad de camino entre el drama y el terror, indefinición del género cinematográfico que afecta a la valorización del film.