Un cóctel con gusto amargo
Para hablar sobre el film Los Inocentes, ópera prima del director Mauricio Brunetti, es importante aclarar lo siguiente: quien suscribe no mira películas de terror, al menos si puede evitarlo. La respuesta es sencilla: se asusta fácil, de cualquier cosa. A la hora de enfrentarse con un film de estas características, pierde absolutamente la objetividad de saber que eso que está mirando no es real. Dicho eso, Los Inocentes no causó las reacciones habituales.
La historia que el trío guionista intenta narrar es una poco original para las producciones estadounidenses, pero novedosa en cuanto fue hecha en estas tierras: un terrateniente déspota (Lito Cruz) castiga con desmedida crueldad a sus esclavos africanos hasta matar a uno de ellos. O quizás la trama gira sobre su esposa (Beatriz Spelzini), una fanática religiosa que se desquita con una de las esclavas por el simple motivo de haber quedado embarazada –abuso mediante– del patrón. Incluso podría ser la historia del hijo (Ludovico Di Santo) que regresa veinte años después para confrontar al padre que nunca lo quiso.
Los diferentes hilos de la narración se entremezclan a tal punto que no se puede distinguir el objetivo principal de la historia (es decir, un relato de venganza). El film posee además una estructura temporal atípica: constantemente mueve al espectador entre pasado y presente, sin aclaraciones y sin justificaciones –por momentos–, alimentando la confusión ya generada por las distintas subtramas, y dando la sensación de que el film no termina por empezar.
El problema principal es la mala combinación de los recursos. Los huecos narrativos del guion y las interpretaciones del elenco principal –que en ningún momento parecen convencidos de estar viviendo en el último tercio del siglo XIX– le quitan mérito a, otrora, una excelente producción: la escenografía y el vestuario recrean con fidelidad la época, y podrían haber contribuido a generar el clima propicio para una buena historia de fantasmas. La atención al detalle cumple con el objetivo de situar al espectador históricamente y, en este sentido, es cabal mencionar que nada tiene Los Inocentes que envidiarle a producciones extranjeras. Lo mismo vale para la fotografía y los movimientos de cámara. Sin embargo, a la hora de combinar todos los campos del ámbito cinematográfico, el film se estanca en una comodidad que termina jugándole en contra.