Una ópera prima marcada por sus desniveles
Los primeros minutos de Los insólitos peces gato son una buena señal y marcan la pericia técnica de la directora Claudia Sainte-Luce para crear ambientes, más allá de los marcados desniveles de esta película mexicana. Sin palabras y con una destacada edición de sonido, tenemos el universo cotidiano de Claudia, la joven protagonista, un tanto ominoso, oscuro y opresivo, producto de una rutina que la consume.
En el film la protagonista sufre un ataque de apendicitis que la lleva al hospital y allí entabla relación con Martha, quien padece una enfermedad irreversible, y sus hijos. Hay que decir que el encuentro es un poco forzado y que los resortes dramáticos que hacen avanzar la historia no están muy aceitados que digamos. Sin embargo, a favor, señalemos que pese al tema delicado, no hay estallidos emocionales ni golpes bajos (más allá de una secuencia final un poco alargada).
Pero más allá de estos aciertos, no se puede obviar la previsibilidad de las situaciones ni la floja evolución de los personajes. No obstante, el buen manejo de cámara para marcar la entrada y salida de los espacios asfixiantes, una buena puesta en escena más precisas pinceladas sobre lo privado como enlace hacia lo social, justifican la visión de esta ópera prima mexicana.