Basada en el cómic Une nuit de pleinelune del historietista belga Hermann y dirigida por un debutante francés (Julius Berg), esta heterogénea película producida y filmada en el Reino Unido viene recargada de violencia, misantropía y humor negro.
Un trío de asaltantes que no se destaca precisamente por la sagacidad de sus integrantes decide robar una mansión ubicada en un paisaje bucólico en la que vive un matrimonio de ancianos de apariencia apacible. En la primera mitad de la historia, los que controlan -como pueden, eso sí- la situación son los invasores, pero en algún momento hay un giro de 180 grados y los agredidos se transforman sorpresivamente en agresores con un plus de perversidad que realmente asusta.
Berg demuestra ya en su ópera prima que domina los resortes del thriller, el cine terror y la comedia (en este último caso, siguiendo una hábil estrategia de Tarantino: “hacer que la gente se ría de cosas que habitualmente no son consideradas graciosas”), e incluso coquetea con el cine social cuando plantea explícitamente una sangrienta lucha de clases que deriva hacia el grotesco. Pero los mejores momentos dependen no tanto de los climas y los recursos narrativos, sino de las actuaciones. Y ahí es donde una joven (Maisie Williams, la Arya Stark de Game of Thrones) y una veterana que brilló en el poderoso cine británico de los años 60 (Rita Tushingham) hacen la diferencia.