“Es la película más grave que he escrito, pero quizás también la más ardiente", cuenta la directora y coguionista Carine Tardieu en las notas de prensa de Los jóvenes amantes. La afirmación no es del todo cierta: su cuarto largometraje tiene un aire grave y mortuorio atravesándolo de punta a punta; pero “ardiente” no parece un adjetivo que cuaje con una historia que se propone narrar sin pasión una historia que orbita justamente alrededor de ella.
Los protagonistas son un médico casado llamado Pierre (Melvil Poupaud) y una arquitecta retirada de nombre Shauna (Fanny Ardant). Se conocieron 15 años atrás sin llamarse demasiado la atención, pero cuando se reencuentran es distinto, sobre todo para él, aunque por la frialdad imperante no se entiende muy bien cuál es la chispa que enciende la llama del deseo por esa mujer. Debe reconocerse, sin embargo, que esa ausencia de indicios es propia de alguien que, como Pierre, permanece inmutable ante todo y ante todos.
Lo que sigue es el derrotero emocional de una relación no exenta de problemas. El principal, al menos para ella, es la edad (tiene 71 contra 45 de él). Pero la película no elige su punto de vista como guía narrativa sino el de Pierre, por lo que el asunto no termina de profundizarse. Después seguirán el deseo de Shauna de separarse de él, los intentos de ella para que él continúe su vida con alguien más joven y, la cereza del postre, un hecho que no conviene adelantar y que pondrá a los tortolitos contra las cuerdas.
El resultado es un film monocorde y distante, casi susurrante, que prioriza una desangelada prolijidad formal por sobre los sentimientos arremolinados de sus personajes.