Manual de supervivencia ilustrado
Presentada como la gran novedad del cine para adolescentes del año, Los juegos del hambre no sólo cumple la promesa publicitaria sino que propone una historia bastante más compleja de lo que vale esperar de este tipo de productos. El gran tema de las exitosas novelas juveniles adaptadas sigue siendo el pasaje de la adolescencia a la adultez. Esa especie de mutación que en todas las sociedades exige ritos y sacrificios es potenciada aquí por el extraño mundo en el que se desarrolla la acción.
El tiempo es un futuro cercano y el espacio un territorio dividido en 13 colonias, 12 de las cuales sobreviven en condiciones infrahumanas. Un poder central hiper tecnológico mantiene la paz y subalimenta a los pobladores a un precio de sangre. Todos los años cada colonia debe entregar en ofrenda a dos adolescentes para que participen en unas olimpiadas mortales conocidas como los juegos del hambre. La narración se centra en Katniss Everdeen, una chica valiente que se postula como voluntaria cuando su hermana menor sale seleccionada en el sorteo.
Lo más interesante de Los juegos del hambre es la caracterización de ese mundo futuro y sus contrastes. Las colonias se parecen a campos de concentración, con alambradas, barracas y gente vestida al estilo Gran Depresión. Mientras que la capital combina la arquitectura de edificios neoclásicos facistas con una moda rococó saturada de colores y peinados raros. Lo que une a esas dos realidades es el gran espectáculo de la televisión, con chicos y chicas que se matan para sobrevivir frente a las cámaras.
Si hubiera que tomarse en serio los componentes ideológicos del cine, podría decirse que Los Juegos del hambre es una antiutopía orwelliana, sólo que actualizada y enfocada en el totalitarismo estético. Aquí a los incluidos se los seduce con bienes de consumo y a los excluidos se los mantiene a dieta de palos. Sin dudas ese paisaje económico, político y social no se reduce a un fondo sobre el que se mueven los personajes, está ligado a sus conductas y a sus ideas, pero no es la crítica a la sociedad del espectáculo lo que hace de esta película una historia poderosa.
Es otra cosa. ¿Qué? Antes que nada la fuerza imaginativa para convertir un experimento antropológico en una aventura épica. Al postular entre líneas que la dignidad y el espirítu de rebelión no dejan de ser instrumentos de supervivencia, el guión logra que Katniss se invista de un grado de ambigüedad suficiente como para que los medios y los fines de sus actos sean difíciles de distinguir. ¿Besa por amor o por conveniencia? ¿Es manipulada o manipula? Esa ambigüedad no es un privilegio de la heroína sino de muchos personajes y de la película misma, que se permite mostrar la muerte violenta de varios niños y alargar una escena de luto mucho más de lo que indica la prudencia narrativa, sólo para ser fiel a su propia invención.