A matar o morir
Director de Amor a colores (Pleasantville) y Alma de héroes (Seabiscuit), Gary Ross logra con Los juegos del hambre un más que digno arranque para lo que seguramente será una exitosísima trilogía basada en la saga literaria de Suzanne Collins.
Más allá de sus problemas (que los tiene, y en varios terrenos), lo primero que hay que decir es que estamos ante una película que es bastante más que una inteligente movida de marketing a escala universal. Si se la compara con otras sagas adolescentes del tipo Crepúsculo, hay aquí una mayor audacia y, sí, crítica política en forma de alegoría futurista.
OK, muchos cinéfilos me dirán que hay demasiados elementos tomados de Rollerball, de la cormaniana La carrera de la muerte del año 2000 , de Deliverance: La violencia está en nosotros y, sobre todo, de la japonesa Battle Royale (en versión más lavada, claro) y es cierto, como también hay préstamos varios de los reality shows más extremos, pero Los juegos del hambre tiene vuelo propio, le pide mucho al espectador (lo que, hoy por hoy, es un buen síntoma dentro del cine de entretenimiento masivo) y, a cambio, propone una experiencia bastante intensa y arriesgada.
Además, la película tiene reservada un as en la manga: Jennifer Lawrence. La actriz que descubrimos en Lazos de sangre sostiene todo en la película (hasta lo insostenible): se banca todo tipo de primerísimos planos, demuestra pasta de heroína (interpreta a una cazadora de clase baja en esta épica de estructura darwiniana de supervivencia del más apto en el que los 24 integrantes deben matar o morir) y, al mismo tiempo, resulta vulnerable, sensible y querible. Es cierto que, por físico y presencia, con sus 21 años da en pantalla más que los 16 del personaje de Katniss, pero lo suyo es admirable porque carga sobre sus espaldas (o, mejor, en su mirada) buena parte de los demasiado extensos 142 minutos del relato.
Ambientada tras una guerra civil que ha dejado el mundo a la miseria, con una dictadura en el poder y una aplastante diferencia de clases (típico ejemplo de ciencia ficción distópica), la película tiene una sólida primera hora (la presentación de los protagonistas, la elección de los concursantes y el entrenamientos previo al "juego" mortal) y una segunda parte (el todos contra todos) que se extiende más de la cuenta y con escenas de combate físico muy mal filmadas (aquí se nota un excesivo recorte de tomas violentas/sangrientas para mantener la calificación PG13/SAM13).
Josh Hutcherson (Mi familia) está correcto como la contraparte de la heroína absoluta y también se destacan otros jóvenes intérpretes, como la niña Amandla Stenberg, pero no me convenció casi ninguno de los secundarios adultos (con la excepción del siempre genial Woody Harrelson), que tienen poca participación en personajes torpes y caricaturescos. Una pena, porque Elizabeth Banks, Toby Jones, Stanley Tucci, Lenny Kravitz, Wes Bentley y Donald Sutherland (el malvado de turno) merecían mejor suerte.
Mientras esperamos las próximas dos entregas -En llamas y Sinsajo-, Los juegos del hambre arrancan un camino en el que el éxito, esta vez, está construido sobre bases sólidas. Hay una construcción de un universo propio, hay una mirada más apocalíptica que integrada, más cuestionadora que tranquilizadora, y hay un buen personaje protagónico encomendado a una de las actrices más talentosas de su generación. No estamos ante ninguna maravilla, pero tampoco son logros menores. Al menos, en el segmento más estandarizado del Hollywood contemporáneo.