Muchas son las producciones que han trabajado desde diversos lugares la idea de un futuro nada promisorio para la mayor parte de la humanidad. Para ejemplo puede citarse un clásico emblemático, el film australiano “Mad Max” (1980), de George Miller.
Tampoco es sorpresa la utilización de los jóvenes, tal cual atenienses, para ser los sacrificados. En ese mismo orden se encuentra la mirada sobre la penetración de la televisión como entretenimiento fatídico, modelador del goce voyeurista. En tal sentido bastaría mencionar “Carrera contra la muerte” (1987), de Paul Michael Glaser, o “Carrera Mortal” (2008), de Paul W. S. Anderson.
En el idéntico dictamen narrativo, la competencia “deportiva” como paradigma, vale mencionar la realización de Norman Jewison “Rollerball” (1975), pero con el aditamento que en “Los juegos del Hambre” no es un equipo, hay un sólo ganador, el que sobrevive.
Filme que viene a intentar ocupar el espacio vacante que deja la saga (al fin se terminó) sobre Harry Potter; con las mismas intenciones que tienen las de “Crepusculo”. Además, todas tienen como punto de unión la prosecución de una abultada taquilla.
Es por eso que nada les importa demasiado, ni la previsibilidad del relato, ni las incoherencias de construcción, tanto de la trama como de los personajes. A ello habría que agregarle la instalación de un discurso bastante nefasto desde lo ideológico. Pero esto dejémoslo para el final.
En un futuro incierto, los Estados Unidos de Norteamérica (y no pongo siglas deliberadamente), tendrán otro nombre: “PANEM”. Si alguien logra descifrar la palabra, ruego me lo hagan saber. No se sabe cuantos “distritos”, ya que no son estados, la conforman, unos en la opulencia, otros en la miseria.
Se cumplen 74 años de la primera competencia organizada por el poder del Capitolio, hecho que conmemoraría la ultima guerra civil en la que doce distritos se sublevaron, se supone que por hambre. Aplacada la sublevación son castigados, y así todos los años tienen que sortear entre sus adolescentes, de entre los 12 a 18 años, a dos representantes, uno por sexo, de cada distrito para competir entre ellos. El ganador es uno, los 23 restantes mueren realmente en la competencia a mano de sus adversarios.
La sola presentación del filme, con una voz en off que refiere lo apuntado anteriormente, y la presentación de Katniss Everdeen (Jennifer Lawrence) como una más, diestra cazadora de arco y flecha, además no le teme al peligro, da cuenta clara de quien será nuestra heroína. Su compañero de ruta es Peeta Mellark (Josh Hutcherson), un joven de ética inquebrantable y un corazón de oro. Ella se ofrece voluntaria para los juegos en reemplazo de su hermanita que salió sorteada. Él, en cambio, no tiene a nadie que desee hacer lo propio.
Desde este momento todo será una gran recreación del Coliseo Romano. Estos jóvenes gladiadores serán nombrados como “tributos”. Entonces ¿cómo se los debería denominar a los espectadores?
El director se toma la mitad del excesivo metraje para presentar a todos los personajes, tal cual un circo, en este caso romano. Algunos son verdaderos hallazgos, más por las interpretaciones que por los personajes en sí mismo, tal el caso, y en orden de valía actoral, del adiestrador Hamitch Abernathy (Woody Harrelson), el presentador de TV Caesar Flickerman (Stanley Tucci), Claudius Templesmith (Toby Jones), o el Presidente Snow (Donald Shutterland). Pero cabe aclarar que la responsabilidad de sostener toda la narración, en cuanto a actuación se refiere, cae sobre la espalda de la joven actriz Jennifer Lawrence, quien ya fue nominada al Oscar por su trabajo en la producción “Lazos de Sangre” (2010). Ella le otorga al personaje una carnadura creíble, que transita desde la más férrea dureza a la compasión y el afecto, atravesados por una delicada sensibilidad, sin caer en melosos sentimentalismos.
Respecto de los rubros técnicos, se puede decir que lo más destacable es el diseño de sonido, conjuntamente con la banda sonora, en tanto la dirección de fotografía esta trabajada sólo para que el espectador pueda ver sin demasiado esfuerzo, mientras la escenografía y el vestuario parecen recargados sin demasiado sentido, y menos aportes.
En lo que se refiere a lo ideológico, uno podría entenderlo como “Crimen y Castigo”, el crimen es luchar por obtener la “libertad”, el castigo son los juegos. La producción esta basada en la primera novela de una trilogía escrita por Susanne Collins. Alguien debería informarle a esta buena señora que el hambre no es un juego, hambre es no haber comido ayer, no haber comido hoy, y no saber si habrá comida mañana.