En Panem, la sociedad que alguna vez parece haber sido Estados Unidos se encuentra ahora reducida y dividida en 12 distritos cada uno más pobre que el siguiente. Como demostración de poder, el gobierno celebra cada año un torneo televisado en el que los participantes compiten hasta que solo uno de los 24 queda con vida, alzándose como el único vencedor. Un primer acto de más de una hora (un poco desproporcionado contemplando que el metraje dura unos largos 142 minutos) sirve para contextualizar al espectador en este futuro distópico en el cual la clase gobernante tiene un particular mal gusto a la hora de elegir su vestimenta (invitándonos a sugerir que solo su moda sería suficiente motivo para una profunda incitación al alzamiento popular) y se dedican a elegir al azar a dos jóvenes para representar a sus respectivos distritos en "Los juegos del hambre".
Curioso resulta que los personajes están tan mal construidos que difícilmente logremos empatizar con muchos de ellos. La joven y bonita Jennifer Lawrence (ese talento que a los 19 años ya había recibido una merecida nominación al Oscar por su enorme papel en Winter's bone) tiene la ventaja de ponerse en la piel de Katniss Everdeen, quien a diferencia de los demás cuenta con motivaciones y el suficiente contexto como para que su personaje sea creíble y afable. El resto son tan vacíos (interpretativa y constructivamente) que ni siquiera despiertan odio o simpatía, al punto de que a pesar del peso que sus personajes pueden tener en la historia, se sienten como que están de relleno y para acompañar. Existe sin embargo un personaje menos que secundario que sin quererlo se convierte en quien más y mejor responde a la lógica de la película. Se trata de una señorita pelirroja que prácticamente sin reproducir ninguna línea de dialogo, cada vez que se la muestra se encuentra corriendo de un lado a otro, escapando sin atacar a nadie y sencillamente intentando sobrevivir. Lo irónico es que aun sin recibir importancia en el relato y sin contar con una caracterización determinada, resulta ser la que más claro tiene su rol en la película.
Otro factor que demuestra cuán simple es a nivel argumental y conceptual la historia es el hecho de que los personajes pueden diferenciarse muy fácilmente en las (aquí) para nada relativistas categorías de "malos" y "buenos". Los malos pese a querer sobrevivir son muy fácilmente identificables como malos por oposición a la buena, que al fin y al cabo busca lo mismo que ellos: seguir existiendo.
Inclusive como crítica social, de haber sido lo suficientemente fiel al libro, Hunger Games peca de tibia. No vamos a recriminarle que haya tomado prestadas ideas ("tomado prestadas" como eufemismo de robado, o -como dice un amigo- "wachiturreado") desde Huxley, pasando por Orwell hasta Takami (responsable de la novela luego hecha película Battle Royale), sino que simplemente como idea o argumento general parezca una excusa para encubrir una historia capaz de seducir al mismo público adolescente de Crepúsculo, que nutriéndose de este producto se jactará falsamente de consumir otro presuntamente más intelectualoide. El problema es que los realizadores se preocuparon en enfatizar sobre el contexto en que sucederán los juegos solo lo suficiente como para justificar las posteriores escenas de supervivencia. En un sentido muy mediocre y efectista su pensamiento es correcto ya que logran seducir a la mayoría del público, pero subvalorando su capacidad intelectual. Si pensamos en dos películas tanque pochoclerísimas y recientes como Inception y The Dark Knight, resultaría injusto no esperar de un talentoso director como Gary Ross (responsable también de Pleasentville) un producto como llaman los americanos "Blockbuster with brains", o sea una película pochoclera con cerebro.