"Los Knacks": en busca de un lugar en el mundo
“Cuando se terminó de grabar, antes de que entre en proceso de reproducción, nos dijeron ‘se acabó’”. Quien habla a cámara es Oscar Paz, alias Robbie, baterista del quinteto beat The Knacks. A la distancia, el recuerdo resulta tan anecdótico como funesto: la dictadura de Juan Carlos Onganía decidió prohibir la comercialización y difusión de cualquier banda de rock argentina que no cantara en castellano, corolario de esa mal llamada “defensa del idioma nacional”. Luego de un par de años de intensa actividad, a los chicos de la banda, que gracias a sus singles de temas originales y covers de The Beatles (siempre en estricto inglés) habían logrado posicionarse como un fenómeno local a punto de estallar, la noticia les cayó como una bomba: acababan literalmente de grabar profesionalmente su primer álbum, que quedaría sepultado en las bóvedas de la compañía discográfica. De allí en más, la historia parecía tenerles destinada la más densa de las brumas, apenas una nota a pie de página de algún texto nostálgico dedicado a rememorar una era olvidada.
Pero esa no es la historia que los realizadores Mariano y Gabriel Nesci cuentan en Los Knacks – Déjame en el pasado. O, el menos, no es la única de las historias: ese fugaz período de éxito en la escena musical argentina, a fines de los años 60, ocupa apenas los primeros veinte minutos del documental. El resto es un improbable regreso, cuarenta años más tarde y contra todo pronóstico. Los hermanos Nesci (sin cortar la racha cinematográfico-musical, Gabriel es el director de los largos de ficción Días de vinilo y Casi leyendas) acompañaron a los miembros de la banda –los viejos y los nuevos, los idos y los recuperados– a lo largo de una década, desde los preparativos de un primer gig del reencuentro, que terminaría teniendo lugar en el Centro Cultural Recoleta en 2010, hasta tiempos más recientes. El disparador de esa reunión de amigos y colegas fue, como casi nunca suele ocurrir, casual y algo enigmático: en algún momento, alguien sacó de la grabadora las cintas originales de ese LP nunca editado y los Knacks, gracias a la piratería, terminaron convirtiéndose en un pequeño fenómeno de culto en Europa.
Pero rockear después de los 64 no es tarea sencilla y la película no idealiza a la banda o a sus miembros. Por el contrario, los Nesci les dedican el suficiente espacio a las diversas y muchas veces intensas desavenencias entre los miembros, o entre ellos y su manager, las dificultades de hacerse de abajo nuevamente, los puntos de no retorno de una carrera contra reloj para llegar a ese elusivo estrellato. La idea de estar transitando una última oportunidad nunca deja de estar presente pero, al mismo tiempo, cada uno de los knacks es dueño de una mirada pragmática, ya sea que esté más cerca del realismo o de un esperanzado idealismo. La aparición de un coleccionista de discos y memorabilia que se presenta a sí mismo como el único fan genuino del grupo aporta un nuevo elemento a la cambiante dinámica del operativo retorno, que tendrá sus picos y mesetas, transformados por los realizadores en puntos bisagra de la narración. Si algo evita Los Knacks – Déjame en el pasado es el regodeo en la melancolía o la explotación de un pasado sublimado; mucho menos, transformar la historia en un objeto para el consumo irónico. Esa es su virtud más evidente: la de estos inveterados veteranos del beat rock es la lucha de cualquier banda por hacerse un lugar en el mundo, aunque ya no parezca haber sitio para ellos.