De todas las cosas de la que es capaz esta pelicula sería posible elegir aquella menos inocente, la menos evidente, la más política, la más angustiante, o cualquier otra. No sería posible, eso sí, quedarse con una sola: hay tal entramado en esta historia de tres mujeres, contratadas por la municipalidad de un paraje de la provincia de Santa Fe, para realizar un relevamiento de asistencia social, tal densidad que lo que la imagen misma denota condensa lo que es la película.
Nada en Los labios hace suponer que la realidad es sencilla. Lo único sencillo y claro es la gente, la pauperización, la falta de trabajo y la desnutrición. Todo lo demás es complejo. Por eso, quizás la cámara de Loza y Fund elige el primerisimo primer plano. Lo suficientemente asfixiante como para que ni el espacio, ni el tiempo corran lógicamente. Lo suficientemente humano como para sentir la cercanía de los cuerpos, preocupados por otros cuerpos, hasta en el acto de maquillarse para salir a comer en la parrilla del pueblo.
¿Cómo constituir un documental de problemática social desde una mirada excluyentemente femenina, sin que esa mirada lo defina todo?; sin que el espectador pueda saber de dónde vienen esas mujeres o quiénes son, cuando en realidad todo lo que son, lo son en función de eso que les propone esa nueva realidad que viven.
Una película austera cuando se pone en registro documental y sorprendentemente compleja cuando se aproxima a los bordes de esos universos femeninos que parecen sostener hogares, además de sostenerlo todo.