EL SOPOR DE LAS OBRAS MAESTRAS
Así como un thriller altera con golpes musicales o una comedia asegura su risa con chistes flatulentos, una obra maestra hace cabecear al espectador un par de veces.
Suponemos que un plano estático abre ontológicamente aquello capturado por la cámara. También creemos que gracias a 1 minuto sin cortes de la cara sufrida de un actor, ese actor encuentra su dasein cinematográfico.
No jodan, estas manías laurelnobistas arman un catálogo nocivo que contrapone Arte con Entretenimiento. El cine se desorienta y psicosomatiza monstruitos como Lisandro Alonso.
Santiago Loza tiene mucho de esto aunque Los Labios sea su película más dinámica. Su película más aburridamente dinámica. Aunque el realizador no tiene la culpa; el cine profundo marca sus propias reglas y estas reglas son derivados de las condiciones de producción. Si se tiene poca plata y mucho menos tiempo de rodaje, ¿qué otros climas creamos?, ¿de qué se valdría un director si no es de la potencia actoral o de la poesía exprimida de un paisaje? La morosidad de las obras maestras es proporcional a su falta de presupuesto.
Los Labios exhibe esta ecuación ejemplarmente. Te aburre sin permitirte negar su calidad actoral o la destreza cocainómana del camarógrafo. Está todo lindo, como si antes de filmarla la hubiesen convertido en un clásico del género obra maestra.
Al preguntarnos cómo es posible que las actrices sean tan poderosas, hay que considerar que el rodaje de un largo en apenas dos semanas lleva a un estrés peor al sufrido por las médicas de la historia. Eva, Adela y Victoria hacen una traspolación anímica cambiando imaginariamente los motivos cuando Santiago grita acción. Y en cuanto a los registros documentales, encajan porque el montajista mecha un insert cada vez que el entrevistado mira a cámara.
Le sumemos a esta ecuación el ataque superyoico de Los Labios mostrándonos a los desposeídos del interior… ¿Qué hacemos además de tomar conciencia y entristecernos por el mundo injusto? ¿Desde qué otro lugar pensamos a las protagonistas si no es desde la valentía o el heroísmo?
Perdón si esta desmitificación es mala onda. Hubieron escenas que me gustaron como la aparición de fantasmas o el corte de luz. Me gustaron porque son escenas preparadas desde otra lógica; imagino acá a Santiago Loza más confiado de sus habilidades fílmicas y no tan arrojado al milagro asegurado de cualquier obra maestra.
Qué sé yo, tómense un café y vayan a verla.