Los locos Addams es un largometraje animado basado en la popular serie de televisión de 1964, dirgido por Greg Tiernan y Conrad Vernon. En su versión original cuenta con las voces de Oscar Isaac como Homero Addams, Charlize Theron como su esposa Morticia, Chloë Grace Moretz como Merlina, Finn Wolfhard como Pericles y Allison Janney como Margaux, una decoradora de interiores que ocupa el papel antagónico.
La historia en esta ocasión se divide en varias subtramas, siendo la principal que una decoradora de interiores quiere demoler la mansión donde viven los Addams para construir un barrio de lujo. Esto ocurre mientras Homero prepara una fiesta para volver a unir a todos sus parientes donde Pericles va a bailar un baile de iniciación llamado la Mazurka y Merlina se revela usando ropa y adornos coloridos.
El principal problema de esta película es que busca adaptarse a los tiempos que corren, cambiando así el humor absurdo que lo caracterizaba por una lección sobre las consecuencias sociales de la discriminación. Porque acá son una familia que se aísla de una sociedad que los persigue, en lugar de sentirse parte de ella, aunque quienes los visiten se espanten de sus costumbres. Y es así como esta película pasa a ser una fábula con un argumento similar al de “El joven manos de tijera”, pero con una serie de gags apuntados principalmente a un público infantil.
Un párrafo aparte merecen estos gags, sostén para el desarrollo del argumento, que en su gran mayoría apuntan a un público infantil dejando fuera a los adultos. Pero el problema es que funcionan muy pocos, desaprovechando muchas ideas interesantes, como la del león que tienen de mascota, por ejemplo o recurriendo al mal gusto, como cuando Morticia se maquilla la cara con las cenizas de sus padres. Y los que siguen funcionando son los que están basados en la serie televisiva, ya que vemos algunos de los que más se repetían en la serie, aunque desaprovechan el potencial enorme del tío Lucas.
En conclusión, “Los locos Addams” es una película fallida, porque apunta a un público que por su edad no los puede recordar con nostalgia, y por adaptarse a los tiempos que corren desaprovecha la premisa absurda que la hacía funcionar -ellos siempre se consideraron personas comunes-, para usarla como ejemplo contra la discriminación. Y esto sumado al desaprovechamiento de muchas situaciones graciosas hace que uno recuerde con cariño aquella genial serie televisiva en la que se basa.