Curando las heridas
Sutil. Así es este filme. Pasa como una brisa amable, pero en ese paso mueve, alborota sensaciones. Ana Katz no gusta de las estridencias y deja que el buen guión y sus notables actores hagan lo suyo mientras ella casi, casi que los espía.
Luis (Arturo Puig) vive en un country con su familia. Médico, de buen pasar económico, pasa el verano jugando al golf. Durante una partida sucede algo inesperado, se cae en un pozo. Un pozo en medio del field. No es un hecho aislado, otros vecinos sufrieron una caída como consecuencia del accionar de un vándalo al que infructuosamente intentan descubrir.
A Luis se lo ve siempre tenso, amargado, nunca una sonrisa. Sufre el calor porque a su esposa le hace mal el aire acondicionado, y encima tiene un brazo enyesado por haber caído al pozo. Luis se obsesiona y se pone a buscar al responsable.
Juan (Guillermo Francella) vive en Misiones, está desocupado y de pronto descubre que no puede leer. No se trata de un problema de visión, sino de comprensión, no es capaz de leer. Por eso viaja a Buenos Aires, para buscar ayuda médica. Juan y Luis son hermanos, pero hace años que no se hablan. Delfina (Rita Cortese) es hermana de ambos y ayuda a Juan durante su estadía en la ciudad. También intentará que los hermanos se encuentren.
La historia va mostrando detalles de cada personaje, los va dotando de mayor carnadura. Juan y sus cassettes, que guardan su pasado radiofónico. Luis y su vacío.
Francella dio un giro a su carrera en la producción mexicana "Rudo y Cursi", y lo reafirmó en "El Secreto de sus Ojos". Tuvo, al fin, la chance de demostrar que puede tocar otras notas, entregarse a un director que lo contenga y sepa llevarlo. Ana Katz consigue que el actor diga todo con una mirada, un gesto mínimo. Ese que sólo los cómicos consiguen, una mirada que logra emocionar, una actitud corporal que no necesita ser acompañada por palabras.
Pero para ser justos, lo que sorprende en "Los Marziano" es la actuación de Arturo Puig, un actor que también merecía una oportunidad en el cine y que con este rol supo sacarle todo el provecho. Su Luis es de una introspección intimidante. Durante todo el filme muestra una actitud tan hosca como convincente que gracias a la escena final adquiere una dimensión mayor.
El final. Simplemente sucede, y aunque por un instante parezca abrupto, no tardará el espectador en comprender y aceptar que no hacía falta más. Que, como en la vida, con un gesto a veces basta.