Delicias de una familia no tan normal
Quien vaya a ver esta película esperando encontrarse con personajes estereotipados y situaciones fácilmente digeribles puede sentirse desilusionado. Mucho mejor la pasará si acepta el viraje que impone la directora a esos hermanos disfuncionales.
A partir de una larga tradición de grupos de familia y de mesas del domingo en el cine argentino, que parten de aquellos años treinta, y que ha convocado a actores que se movían por igual entre el teatro costumbrista y el sainete porteño, un título como Los Marziano puede llevar a pensar que estamos ante una historia que nos recuerde a films de la línea de Los Campanelli, o bien de Esperando la carroza, pasando por aquella entrega semanal, de hace ya algunas décadas, La Familia Falcón.
Quien vaya a ver Los Marziano esperando encontrarse con algunos de estos tan ya estereotipados rasgos puede llegar a sentirse desilusionado; a no ser que acepte este viraje que le imprime su directora a un disfuncional grupo familiar, en el que a partir de ciertas situaciones imprevistas y cotidianas alguien puede llegar, sin darse cuenta, a caerse en un pozo.
Desde este lugar, puedo afirmar que el nuevo film de Ana Katz, a quien ya conocimos por El juego de la silla y La novia errante (ambos con limitada permanencia en cartelera) en una propuesta que se conecta con un aparente formato televisivo, con reconocibles actores de este medio, pero que se aleja de las convenciones tranquilizadoras del relato Standard. Y en su transcurrir es probable que gran parte de los espectadores experimenten una sensación de asombro y de desconcierto, tal como aquellos que en un momento dado del film ven cómo el personaje que compone Guillermo Francella, Juan Marziano, atraviesa inmutable una puerta de vidrio que estalla en mil pedazos hasta su agigantada y estridente pulverización.
Y ¿cómo definir a Los Marziano, entonces, y de igual manera al film de Sebastián Borensztein, Un cuento chino?. Afortunadamente, como dos propuestas que se internan en un espacio al que el cine Standard sólo ha mirado de manera central y organizada. En tal caso, desde la temática de los enfrentamientos silenciosos de los grupos familiares, de los recelos asordinados, de los intentos de acercamiento, estamos ante un film que presenta algunas notas de humor y simultáneamente de dilatada tristeza; pese a que la primera tendencia y reacción de cierto sector de la platea es comenzar a reírse tan pronto el personaje que asume Guillermo Francella, desde su condición de visitante afectado por un problema de visión, se hace presente en la pantalla.
Si la emotividad se hace presente en este film, la misma no llega a partir de situaciones resueltas de manera reconocibles. La misma se va expandiendo desde los dos personajes femeninos, quienes pausadamente, obran de nexo y puente, particularmente el que cumple de manera sensible Rita Cortese, quien encarna a Delfina Marziano. Del otro lado del teléfono en su pendular insomne, el otro Marziano, Luis, junto a su mujer Nena, roles a cargo de Arturo Puig y Mercedes Morán, quienes habitan un country que se verá amenazado por algunas trampas; situaciones que le otorgan al film ese aire de lo absurdo que se vuelven localizables en otros pasajes. Trampas que abren grietas, que marcan tal vez, una ruptura con un estado de alienación.
Desde una mirada distanciada, que permite acentuar la observación, que escenifica esa locura cotidiana de lo que a veces algunos llaman "un sin sentido", Los Marziano se atreve a reformular aquellas fórmulas que aseguran sí un éxito de la taquilla y que invita a nosotros, los espectadores, a pensarse en la escena de sus afectos desde una perspectiva crítica, en la que se asoman por igual el dolor y la alegría, el deseo y las imposibilidades, los aciertos y los quiebres.