Proveedores y receptores
Austeridad, sutileza y profundidad son tres cualidades que por lo general no vienen de la mano en el cine argentino, salvo honrosas excepciones como en el caso de este tercer largometraje de la realizadora Ana Katz (El juego de la silla, Una novia errante) Los marziano, que cuenta con un elenco notable integrado por Guillermo Francella, Arturo Puig, Mercedes Morán y Rita Cortese.
A modo de advertencia para aquellos espectadores que tengan intenciones de ver una comedia y reírse con las ocurrencias de Francella es bueno anticipar que saldrán defraudados, pues el film se relaciona mucho más con lo tragicómico que con la risa fácil porque se trata de un relato que se sumerge en los profundos lazos que unen y distancian a los miembros de una familia, separada por rencores y en tiempo de recomposición a partir de un posible reencuentro de dos hermanos: Luis (Arturo Puig) y Juan (Guillermo Francella). Ambos atraviesan una etapa crítica en sus vidas pese a las diametrales diferencias en cuanto al poder adquisitivo.
Luis (Puig), en pleno distanciamiento de su profesión de médico y de la rutinaria vida citadina, pasa su tiempo en su casa de country junto a su mujer Nena (Mercedes Morán) y sus hijos, obsesionado por descubrir quién es el responsable de cavar profundos pozos en el campo de golf del country, de los que acaba de ser víctima al caer indefenso en uno de ellos y romper su brazo. En el otro extremo, su hermano Juan (Francella), alejado de la familia hace varios años tras su separación de su esposa y su entrega a la vida bohemia, circunstancia que lo llevó a probar suerte en el interior para así volver a formar otra familia con una mujer más joven y una hija en edad escolar, dejando en Buenos Aires otra hija -ahora adolescente- de quien prácticamente se hace cargo su hermano Luis con quien aún sigue en deuda por préstamos financieros, motivo aparente del conflicto entre ambos.
Su repentino regreso a la ciudad no es producto de la voluntad de saldar cuentas sino consecuencia de una serie de síntomas que se le presentaron de forma acuciante y que lo condujeron a perder la capacidad de leer, además de ocasionarle una gradual pérdida de la visión. Su hermana Delfina (Rita Cortese) es la que se hace cargo de acompañarlo a las consultas médicas (dentro del grupo familiar la más diplomática) y quien intentará, ayudada por su cuñada Nena, restablecer la relación entre los hermanos varones removiendo viejas historias y recuerdos que fueron parte de un pasado que parece haberse roto desde la lejanía.
Tapar los agujeros de la familia parecería ser el rol tradicional de Luis Marziano, quien paradójicamente en esta ocasión cae en un agujero desde el punto de vista emocional ya que atraviesa una silenciosa crisis en su matrimonio y por otra parte -y más profundamente- en lo personal al sentir cada vez más en carne propia esa figura de proveedor por su posición económica de privilegio.
Por eso, el pretexto de los pozos misteriosos insertados en la trama es un elemento simbólico que la realizadora emplea como detonante dramático del relato para comenzar a desmembrar una compleja red de vínculos afectivos que atraviesa la dinámica de esta singular familia con la inminente llegada de Juan, el portador de la enfermedad; del pasado y de todo aquello que tarde o temprano terminará por salir a la luz.
Fiel a ese rigor narrativo que la caracteriza, la directora Ana Katz elige establecer un recorte en esta historia para adentrarse con una cámara no invasiva ni agobiante -pero si contemplativa- sobre sus personajes, sin dejar en un segundo plano la dimensión emocional y la potencialidad de un reencuentro para el que los roles femeninos se reservan un lugar importante como componedores de los fragmentos afectivos.
La subjetividad de cada miembro familiar se yuxtapone en un perfecto y calibrado juego de miradas reciprocas que confluyen en el personaje de Juan, aquel que vuelve con la mirada renovada sobre su familia –aunque parezca una ironía ya que se está quedando sin visibilidad- producto de la distancia pero que se resignifica y retroalimenta al involucrarse primero con la protectora Delfina y luego con el resto de los integrantes.
Valiéndose de un guión coescrito junto a su hermano Daniel Katz (aspecto singular tratándose de un film que gira en torno a las cercanías y lejanías entre hermanos), colmado de diálogos filosos y elementos distintivos en cada personaje que enriquece mucho más sus rasgos constitutivos, la realizadora de Una novia errante se arriesga con un proyecto ambicioso desde el aspecto comercial al contar con los puntales de la distribuidora Fox y TELEFE sin renunciar a su estilo para sorprender –incluso en el final que acá no se revelará- gratamente a un público que seguramente encontrará una pronta identificación con algún personaje gracias al aporte de un elenco de lujo.