¿Pueden siete días redimir a un policía de Brooklyn que ha tirado veinte años de su vida a la basura? Eddie Dugan (Richard Gere), al menos, piensa intentarlo. Después de que su matrimonio hace agua por todas partes y de buscar consuelo en una prostituta, se esforzará por enseñar todo lo que sabe a los jóvenes que acaban de incorporarse al cuerpo.
Otro policía, Sal (Ethan Hawke), está llegando al límite de sus fuerzas. Ya es padre de cinco hijos, pero su mujer ha vuelto a quedarse embarazada. Así que su sueño de irse a vivir a una casa grande y hermosa se está esfumando. Sólo su gran espíritu de sacrificio le permite levantarse cada mañana por un sueldo ridículo.
El tercer policía de esta historia es Tango (Don Cheadle), que tras llevar varios años infiltrado en bandas criminales ha sido abandonado por su mujer. Ahora, por fin, le han ofrecido ascenderlo, mejorarle el sueldo y retirarlo de estas misiones peligrosas. Pero antes tendrá que cumplir un último encargo: meter en la cárcel a su mejor amigo, Caz (Wesley Snipes).
Con este complejo argumento casi imposible de hilvanar, el director Antoine Fuqua, el mismo de El Rey Arturo (2004) y El Tirador con Mark Wahlberg (2007) supo ir desmembrando paso a paso cada historia y a la vez generar un vínculo de apego con tan desdichados personajes.
Al mismo tiempo todas las historias se encuentran al final, como si fueran canales de agua que plácidamente o torrentosamente desembocarán en el mismo mar.
Un drama policial que tiene como escenario las calles de Brooklyn, pero podrían ser las de cualquier ciudad. Con una problemática arraigada en muchos países, policías mal pagos, contextos carentes de apoyo y pasajes reflexivos sobre la vida policial.
La cinta funciona quizás como una crítica real a un problema real, y eso lo deja bien en claro.