En la boca del infierno
A lo largo de la última década Antoine Fuqua se ha mantenido activo en el sector más industrial de Hollywood brindando tanto films arriesgados (Día de Entrenamiento -Training Day, 2001-) como olvidables (Lagrimas del Sol -Tears of the Sun, 2002-). Los Mejores de Brooklyn (Brooklyn’s Finest, 2009) intenta una suerte de evolución al policial mencionado y con suerte dispar.
Richard Gere, Ethan Hawke y Don Cheadle interpretan a tres policías -antihéroes en esencia- de Brooklyn (cada uno con una historia diferente y paralela a la del otro), quienes por diversos motivos se ven enfrentados a una serie de acontecimientos personales que ponen en juego su sentido del deber, del respeto y del honor hacia su profesión, llevando sus vidas hacia un espiral irrefrenable; a un estallido emocional que los confronta con sus miedos y sus obligaciones morales mas intrínsecas. Un cast estelar (al que se suma un renacido Wesley Snipes) a la cabeza de este drama policial repleto de tensión dosificada con inteligencia, carga emocional, fluidez narrativa y también un desarrollo bastante convencional no ajeno a ciertos clichés mas que conocidos del género, donde narcotraficantes o policías encubiertos jugarán los roles habituales.
Las tres historias tienen como denominador común un contexto atravesado por un ambiente marginal, donde dominan las pequeñas pandillas de narcotraficantes y la corrupción policial se desliza desde los niveles más inferiores, proponiendo así un juego de vidas cruzadas en el que la carga dramática se acentúa a medida que nos adentramos en la psiquis y las motivaciones de estos seres. Fuqua focaliza este policial en el aspecto humano de estos servidores de la ley -en algunos casos fuera de ella- que dan vida a una historia con un relieve dramático considerable. El director se toma su tiempo para adentrarnos en el comportamiento de estos hombres que se debaten entre el deber, la lealtad, los excesos y los peligros que la vida policial depara.
Con reminiscencias a la serie policial televisiva The Shield, cuya vertiente contundente ha marcado toda una tendencia estética en el género, el autor de Los Mejores de Brooklyn desarrolla con acierto y veracidad una profesión muchas veces salpicada por la integridad quebrada, la autodestrucción, el caos y la corrupción, donde la culpabilidad oscila como un péndulo sobre los inocentes, con ferocidad y sin piedad alguna, apuntando a la sociedad norteamericana y a sus males menos erradicables.
Fuqua parece un perfecto escultor de sus personajes, o un pintor que no deja detalle sin plasmar en su lienzo. En su pintura no hay lugar para el sentimentalismo, la compasión o la blandeza. Sus retratos son duros, crudos, casi de un tono documental. Hay calles violentas y personajes oscuros que de modo catártico expulsarán su furia contenida. Existe un halo de amargura y de pesimismo en estos seres trágicos, sin escape alguno. Los planos asfixiantes sobre sus rostros casi no los dejan respirar, sus conciencias tampoco.
El guión no esconde sus limitaciones a la hora de brindar un desenlace que no logra despojarse del común. Sin embargo, el gran mérito del realizador es crear climas apropiados que generen la atmósfera de peligro constante y necesaria. El aura opresiva que los rodea es una Brooklyn insoportablemente riesgosa y por un momento parecería que va a caerles encima a sus propios personajes. Sólo por un instante, pues un condescendiente y tímido Fuqua borra con el codo parte de lo escrito con la mano y elige un desenlace en el cual un mayor espíritu incisivo hubiera sido políticamente menos correcto e inmensamente más disfrutable.