Manual de perdedores
Un oscuro mundo de traficantes, policías y prostitutas.
Esta mezcla de thriller con drama social es más de lo que se espera de un filme promedio de género, pero menos de lo que amaga con ser durante gran parte de su trama, que al final es más simple y convencional de lo que aparenta. La historia -retrato de la marginalidad en Brooklyn y, especialmente, de la corrupción policial- tiene tres personajes principales enfrentados a dilemas morales: un policía escéptico al borde del retiro y del suicidio (Richard Gere); otro, más joven, desesperado por conseguir dinero del modo que sea (Ethan Hawke) y un soplón (Don Cheadle) apodado Tango por su manera de pelear en la calle. Los dos últimos actores lucen mucho más convincentes que Gere, demasiado frío como para transmitir el enorme agobio de la historia.
La narración mantiene su buen ritmo y su nervio: no es poco, si tomamos en cuenta que dura más de dos horas. La pintura del universo marginal (en el que están imbricados traficantes, prostitutas y policías) es atractiva y dinámica. La desesperación de Hawke nos recuerda, por momentos, a la que transmite en Antes que el diablo sepa que estás muerto. Pero en ese punto radica también la diferencia entre ambos filmes. El realizador Antoine Fuqua (Día de entrenamiento) no toma en Los mejores... los riesgos de Sidney Lumet y permite que sus personajes tengan, al menos, alguna salida moral, aunque esa salida a veces conduzca a la muerte. Mejor que crear personajes cercados por situaciones externas es crear personajes ambiguos, encerrados en situaciones que ellos mismos crearon, y que son irreversibles.
Lo de Gere no es sólo un problema de interpretación. El policía que encarna debe trazar un arco desde el escepticismo y la indolencia hasta el deseo de intervenir sobre la realidad, a pesar de todo. El final, que lo tiene como protagonista, huele a moraleja. Igual, Los mejores de Brooklyn está bien narrada y mantiene la tensión: aunque no sea muy original, es un filme entretenido, un buen cuento que escuchamos y no tendríamos problema en volver a escuchar, aun resignando parte del factor sorpresa.